La fruta que más me gusta es el níspero. Aunque alguna vez había comido de ella, fue en el colegio donde estuve interna cuando era pequeña donde en verdad lo saboreé, pues allí había muchas matas.
Recuerdo que por las mañanitas salíamos a recogerlos y a veces hasta nos los comíamos medio verdes, o pintones, poniéndoles un poco de sal. También procedíamos a hacer lo que llamábamos combinas, que era un hoyo donde los enterrábamos para que se maduraran.
Luego hicieron un edificio nuevo por lo que muchas de las matas desaparecieron y ya no teníamos ese acceso a las que quedaron.
Después que salí del colegio, mi madre me llevaba nísperos de la casa de Amelia de Vicini, ubicada en la avenida Máximo Gómez esquina Independencia, donde ella trabajaba. Allí hay muchos árboles de esa fruta y además, los hay de diferentes clases.
Siempre que tengo la oportunidad compro nísperos, aunque en honor a la verdad espero encontrarlos a buen precio, pues los han encarecido mucho.
Este año tuve la suerte de que los ponían a vender bastante baratos en una casa que no queda tan lejos de la mía. No sé si ya están recogiendo la segunda cosecha, porque la primera se terminó. Voy a darme una vueltecita por ahí a investigar.
La amiga Xiomarita Pérez todos los años me regala, pero este año no lo ha hecho y yo espero que no deje que se terminen.
Pero lo que no he dicho es que a menudo soñaba con que estaba allí detrás de ellos. Luego esos sueños se hicieron esporádicos y todavía no han desaparecido totalmente, como ocurrió anoche: estaba nuevamente en el colegio y descubrí una mata ¡cuántos nísperos! Estaban en el suelo ya maduros.
No sé si deba confesarlo pero también soñé que el tema de esta columna eran los nísperos, y por eso es que estoy hablando de esa fruta hoy. ¿Qué les parece?