Cuando le pedí a mi entonces jefe, pero más que jefe era mi querido papá, Jacobo Moquete, que fuera el padrino de mi graduación de periodista, en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, la única condición que me puso fue la de que él no se pondría saco para la ocasión.
Efectivamente, el día del acto fue con una elegante chacabana blanca.
Jacobo es consecuente con lo quepredica. Él alega que dado que nuestro clima es tan caluroso (situación que cada vez se acentúa más) no es propicio para imponer ciertas exigencias en cuanto al vestir, sin que esto quiera decir que se ande inapropiadamente.
A mi juicio, una de más personas más versadas en educación, autor de numerosas obras pedagógicas, en su libro Filosofía de la Educación, Moquete plantea que revela posiciones elitistas e irracionales el requerimiento de vestimentas especiales para la asistencia a determinadas actividades: sin que esas vestimentas contribuyan al buen desenvolvimiento de dichas actividades ni a las condiciones higiénicas.
Traigo este tema a colación porque en la presente semana fui a retirar unos documentos a la oficina, llamada popularmente de Catastro, ahora Jurisdicción Inmobiliaria, que depende de la Suprema Corte de Justica, y fui devuelta porque llevaba puesta una chaqueta muy decente, pero sin mangas. Y precisamente la escogí porque es una ropa de algodón fresca, hace un calor muy sofocante y por el hecho de sea sin mangas no le falta el respeto a nadie.
Señor Magistrado Subero Isa, pienso que esa medida es exagerada y que usted puede subsanarla porque no es lo mismo quien va a cualquier oficina en su carro, dotado de aire acondicionado, que una persona que vaya en vehículos públicos, repletos de pasajeros, que tenga que recorrer una gran distancia y con estos calores. Creo que la parte humana está por encima de cualquier regla.