Últimamente han salido a la luz dos libros acerca de la figura de Rafael Leónidas Trujillo Molina, cuyas autoras son la nieta y la hija del dictador.
Es natural que, tratándose de un parentesco tan cercano, en ambas obras se resalten aspectos positivos porque es comprensible que fuera un buen abuelo y un buen padre. Más aún, está demostrado que los dictadores tienden a tener un cariño, diríamos, enfermizo hacia sus hijos, nietos, padres
A la sombra de mi abuelo, de Aída Trujillo Ricart, le fue otorgado el Premio Anual de Novela del Ministerio de Cultura. No obstante, hubo un gran rechazo hacia ese galardón, bajo el argumento de que no se trata de una novela propiamente dicho, pero sabemos que más allá de los criterios puramente técnicos subyace un rechazo a la obra, a pesar de que en la misma se admite que hubo atropellos durante el régimen.
El libro Trujillo, mi padre de Angelita Trujillo solamente elogia la figura de Trujillo, de acuerdo a los comentarios que he oído, incluso leí una entrevista que salió publicada en un diario local. La obra circuló el pasado jueves en Miami, donde reside la autora, y se pensaba hacer lo mismo aquí e incluso recurrir a una video conferencia para retransmitir desde allá.
Me parece que fue una torpeza que una universidad criolla patrocinara esa presentación que finalmente no se pudo dar por las protestas que llevaron a cabo familiares de víctimas, quienes protestando irrumpieron en el salón donde se llevaría a cabo.
Lo deseable es que se tenga cuidado con actos de esa naturaleza porque las heridas fueron muchas y graves. Todavía hay mucho dolor en el pueblo dominicano por lo que significó la Era de Trujillo. No se deben seguir azuzando las avispas porque los que sufrieron directamente los horrores de la tiranía, que perdieron por su causa a sus hijos, padres, esposos y novios, están vivos.