Siempre he creído que una de las razones por la que nuestros niños y niñas se inician tan tempranamente en el sexo es por falta de una debida orientación. A lo anterior se agrega la información negativa que reciben los niños por otras vías: la presión de los grupos, internet, cable…
Pero hay otros componentes, como el poco tiempo que los progenitores están en contacto con sus hijos y la falta de afecto, lo que motiva que, en muchas ocasiones, sin estar preparados física y emocionalmente, ellos busquen compensar eso en una relación con personas del sexo opuesto y quién sabe si hasta de su mismo sexo.
Es indudable que donde los niños deben recibir orientación es en el hogar y en la escuela, pero muchos padres no están capacitados para hacerlo y a los maestros les falta entrenamiento.
La jerarquía de la Iglesia católica ha reaccionado en contra de la campaña sobre derechos sexuales y reproductivos que ha lanzado Profamilia, y la ha llevado hasta los tribunales con resultados iniciales no muy buenos.
Mi opinión es que esos mensajes no deben ser del dominio público, porque solo promueven las relaciones sexuales seguras, sin importar la edad y de la misma manera la ven tanto los adultos como los niños, que pueden confundirse.
Hay que ver más allá de los derechos sexuales. Un niño no está preparado para tener una relación; son muchos los traumas que se derivan de esa situación y que le dejan secuelas para toda la vida, tanto física como moralmente y ni hablar de lo que respecta a su formación profesional.
Cada cosa tiene su tiempo. El de los niños es estudiar y prepararse para, en su momento, asumir con responsabilidad las relaciones sexuales.
Por eso propongo que como sociedad nos planteemos llevar a cabo una gran jornada de orientación a los padres y maestros para que asuman la responsabilidad de orientar sexualmente de manera correcta a los niños. La Iglesia católica, que fue la primera en el país en tener un organismo de educación sexual, el INES, podría ser la rectora en esto.