ROSA FRANCIA ESQUEA
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No estoy de acuerdo con la tendencia que hay de sustituir los nombres de las instituciones y de los lugares sin tomar en cuenta los méritos o la importancia de las personas, efemérides o acontecimiento que esté honrando ese nombre inicial.
Jamás simpaticé con la idea de que nuestro aeropuerto fuera designado Doctor José Francisco Peña Gómez; gracias a Dios que no cuajó la disparatada idea de ponerle a La Vega Juan Bosch y ahora tampoco apruebo que el nombre de la provincia Salcedo sea sustituido por el de Hermanas Mirabal.
A cada uno de los mencionados les reconozco sus méritos; grandes méritos; y en el caso específico de las hermanas Mirabal me he convertido en una apasionada de su historia y me conmueve hasta lo más hondo el horrendo crimen que se cometió con ellas. Además, reconozco que su sacrificio supremo ha servido para el logro de muchas reivindicaciones, sobre todo en lo que respecta a la conquista de derechos para la mujer.
Pero Patria, Minerva y María Teresa jamás hubieran estado de acuerdo con quitarle el nombre a la provincia donde nacieron, porque el espíritu patriótico de ellas les hubiera impedido escamotearle a José Antonio Salcedo su brillante participación en la gesta restauradora.
Pero hay otro asunto: tenemos por costumbre llamar a las provincias por el nombre de su municipio cabecera o capital, y por eso decimos Moca, en vez de Espaillat; Nagua, en lugar de María Trinidad Sánchez; Higüey, por La Altagracia porque, en su mayoría, esas demarcaciones se llaman igual a la provincia.
Ahora no será la excepción. Creo que incluso a las personas que tenemos el hábito de expresarnos se nos hará cuesta arriba decir o escribir: Las hermanas Mirabal nacieron en Ojo de Agua, municipio Salcedo, provincia Hermanas Mirabal. Sin lugar a dudas, sonará extraño. Por eso considero que Salcedo seguirá siendo Salcedo.