Recuerdo que una vez le hice una entrevista a Susana Morillo y me dijo que ella no era ni petromacorisana, ni capitaleña, sino una ciudadana del mundo.

Era una mujer poseedora de una cultura extraordinaria, graduada  de pianista en la Escuela Elemental Elila Mena  donde impartió clases de piano por más de 20 años;  también hizo secretariado  bilingüe en el Instituto Dominicano Gregg. 

No cursó estudios de periodismo de manera formal, sino que se empapó de los libros sobre la materia  y luego de viajes, al ser  llamada a laborar  en el Listín Diario, cuando  el periódico fue reabierto, luego de la caída de Trujillo.

Además de ser   pionera de la crónica social, mantenía las columnas Vesta dice y Visto y Oído, que gozaron de mucha aceptación en la sociedad. También, junto a sus colegas Cándida Ortega, Ninoska Manzueta y Aurora Rodríguez hacía el programa Crónica de las cronistas. Pero también, Susana producía un espacio de televisión llamado Por los años 20, a través del cual se transmitían las costumbres de esa época.

La periodista Zaidy Zouain escribió  un libro acerca de su vida: “La vida empieza a los setenta”,  título que refleja la actitud positiva de Susana ante la vida. También Cándida Ortega le dedicó  su obra La Crónica Social en la República Dominicana, en reconocimiento a su trayectoria.

Me tocó la satisfacción de trabajar su perfil para la obra Medalla al Mérito de la Mujer,  período 2001-2004, cuando Susana recibió la condecoración  con la orden de Duarte, Sánchez y Mella en el grado de Caballero.

 La última vez que compartimos fue en diciembre, cuando estábamos en la misma mesa  durante el agasajo de Navidad que ofreció la Primera Dama a la prensa. Desde el pasado sábado Susana ya no está físicamente entre nosotros.  Sin lugar a dudas, la  extrañaremos mucho.