Estamos a escasos días de la Navidad, una fiesta esperada por todo el mundo cristiano, en la que se conmemora el nacimiento de Jesús, el Redentor del mundo.

Aún en medio de muchas precariedades, la gente se anima, pinta y adorna los hogares, compra ropa nueva, prepara una cena para disfrutarla en familia y está alegre.

Lo importante es que la alegría sea la salga del corazón; la que nos produce el acercarnos más a Dios y a nuestros semejantes; la que sentimos cuando compartimos con los demás y somos solidarios con quienes necesitan.

Hay un mensaje que a menudo recibo para esta temporada y es el que presenta a Jesús como el gran ausente en la mesa y en las celebraciones, precisamente cuando Él es el gran protagonista, porque su  nacimiento es  que conmemoramos.

Esperamos que el Niño Dios reine en todos los hogares y sea el centro en cada uno de ellos.

Pedimos de todo corazón que esta temporada  sirva para la reflexión.

Que la mesura se imponga por encima del consumismo y la vanidad.

Que nuestro pensamiento esté con los ausentes y nuestro accionar se proyecte en los que tienen más carencias, sobre todo quienes están presos, hospitalizados, los recluidos en hogares asistenciales, los niños  que viven en circunstancias especiales y todo el que sufre.

Y que todos nuestros lectores reciban la brisa suave de una  feliz Navidad.