Desde hace unos años nuestros niños y niñas son víctimas de las costumbres que les hemos inculcado a lo largo de su crecimiento.
Conversaba con una profesora amiga, propietaria de un colegio, que me decía el caso que se está dando en ese plantel porque algunos muchachos descuidan totalmente las clases y en cambio tienen todos los juegos electrónicos habidos y por haber, que les compran sus padres.
Cuando ella les habla a los progenitores del problema éstos no hacen caso y al llegar el fin de año escolar quieren que los hijos aprueben, y le exigen al colegio en ese sentido.
Me decía esa misma maestra que con su hijo ocurrió que él se le descuidó un año en sus estudios; ella lo puso a trabajar en horas de la mañana; lo envió a un liceo público en horas de la tarde y por la noche estudiaba.
Naturalmente, el muchacho protestó al principio, pero aprendió la lección. Solo estuvo un año en esa situación.
Hoy los niños, desde los más pequeños, van a la escuela con celulares bien modernos; tienen toda clase de juegos electrónicos en casa y algunos de estos juegos hasta los llevan a la escuela.
No hay un horario establecido por el cual ellos se rijan; por lo regular tanto papá como mamá trabajan y los más importante es ponerle al alcance toda la tecnología que nos llega, sin importar el sacrificio que se haga para adquirirla o si descuidan sus estudios.
Muchas veces el niño no tiene edad para manipular un celular, pero se llevan de la promoción que se hace para adquirirlos, no importa que las radiaciones les hagan daño, o la clase de música alienante que ellos graban, o los contactos peligrosos que puedan tener. Algo similar ocurre con las computadoras y el internet. En fin, que estamos criando una generación de niños y niña irresponsables; y ojalá no nos pese en un futuro no muy lejano.