Brisas
Yo me pregunto…

<STRONG>Brisas<BR></STRONG>Yo me pregunto…

Cuando leí en el periódico que en San Francisco de Macorís un hombre había dado un arma a un infante  de cinco años para que “asustara” a un hombre sentí  un frío en el corazón. Porque el niño no lo asustó, simplemente lo mató.

Aparte de que una pistola no es un juego de niños,  es evidente que ese objeto  estaba preparado para matar.

Y uno no puede evitar hacerse miles de conjeturas acerca de la posible intención criminal de la persona adulta que actuó en este caso. Me pregunto: ¿por qué marcar a un ser inocente con un acto de esa naturaleza?

Me parece que lo que hizo con el niño es una forma también de matar. De manera que no es un crimen que pesa sobre él, sino dos.

¿Por qué quería  quitarle la vida, que es sagrada,  a esa persona? Y… ¿por qué  él solito no asumió la consecuencia  de su acto?

¿Cuál será el futuro de ese niño? ¿Cómo quedarán marcados él y su familia? ¿Cuáles consecuencias futuras se derivarán de esa acción? ¿Cómo serán las relaciones de esta familia con la de la víctima? ¿Y con la persona que le entregó el arma al niño? No encuentro respuestas para esas interrogantes.

La verdad es que da pena admitirlo, vivimos en una sociedad que está en franco estado de descomposición; nos alarmamos de las matanzas que ocurren en Siria y en México, todavía más cerca,  pero en nuestro país suceden hechos escalofriantes, como  al que acabo de referirme.

Y sigo insistiendo en el tema de la inseguridad, porque no se sabe dónde la desgracia está acechando.  Algo tenemos que hacer para que esas cosas no sigan ocurriendo;  ¿o tendremos que prepararnos para un escarmiento que venga de arriba como ocurrió en Sodoma y Gomorra?

¡Solo nos resta pedirle a Dios que nos ayude!

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