Bruno, vertical y terco

Bruno, vertical y terco

Una de las últimas publicaciones de Bruno Rosario Candelier es “El Ánfora del lenguaje”, edición número 4 de l 2008 de la Academia Dominicana de la Lengua, bajo la colección “Por las amenas liras”.

Así va  “Ánfora del lenguaje…”, con la hilvanación que le imprime  este mocano ilustre en la plenitud de su producción lingüística y literaria, ganador del Premio Nacional de Literatura del 2008.

 La obra cuenta con 37 trabajos, todos de gran actualidad y de valioso interés para la cultura de la lengua en Santo Domingo.  Se destacan, entre otros, “Las plagas del español dominicano”,  “El lenguaje de mujer en la creación poética”, “La tradición lingüística en el desarrollo cultural”,  “El lenguaje de la literatura infantil”, “El lenguaje en torno a Don Quijote y Sancho Panza”,  “Connotaciones de “tutumpote” e hijo de  “machepa”.

 Contiene  comentarios léxicos a los seis últimos “Diccionarios de la Academia”, que son:

 1. Comentarios léxicográficos al DRAE (o Diccionario Mayor de la Real  Academia de la Lengua); 2.Comentarios lexicográficos al Diccionario Panhispánico de Dudas;  3. Comentarios lexicográficos al Diccionario del Estudiante; 4. Comentarios lexicográficos al Diccionario Práctico del Estudiante; 5. Comentarios lexicográficos al Diccionario Esencial de la Lengua.

Contiene, además, un intercambio de correspondencias (4) con el doctor Jottin Cury, abogado, uno de los profesionales de mayor inquietud por el uso del  lenguaje.

 Rosario Candelier incluye, en su obra:

 1 El sueño de Calderón.  Realidad o misterio;

 2. Retórica  y crítica en la filología de Joaquín Balaguer;

 3. Conciencia del lenguaje en Gabriel García Márquez.

Un tema recurrente de las páginas de Bruno Rosario Candelier es la lírica mística, consustancial con su propia existencia, con su conformación ético-espiritual y su sensibilidad sensorial y trascendente.  El alma se vuelca hacia las configuraciones estéticas, que en el decir tan alto de nuestro autor, han tenido que asumir y resolver contemplativos y poetas en las altas esferas de la “creación literaria”.

 Y continúa: “La experiencia mística comporta un fenómeno de conciencia en el que el yo del sujeto trasciende los límites de la experiencias ordinarias y el lenguaje lógico se vuelve incapaz de traducir racionalmente las vivencias de ese estado indescriptible.  La lírica mística salvó parcialmente la cuestión creando un código lingüístico mediante el cual el sujeto contemplativo pueda canalizar estética y espiritualmente lo que concita su sensibilidad en ese estado singular de la conciencia humana”  “Es bien cierto, apunta, que “la poesía mística es la más alta dimensión de la lírica trascendente y que la  creación de la poesía estática requiere la experiencia teopoética”. 

 Entonces, el lenguaje de la experiencia mística y de tendencias espirituales “han dado testimonio de la insuficiencia del lenguaje humano para comunicar la experiencia extática”. Nos señala a Platón, Pablo de Tarso, Agustín de Hipona, Dante Alighieri, Juan de la Cruz, entre los contemplativos occidentales, y Chuang-Tzu, Yalaluddin Rumi, Ibn el Arabi y Rabindranath Tagore, entre los orientales, que han lamentado la pobreza de nuestro lenguaje para decir lo indecible de la vivencia transformante”.

 En un libro de los vuelos y de la densidad de El ánfora del lenguaje no faltan apuntaciones acerca del Maestro de América: “Lengua y creatividad en Pedro Henríquez Ureña”  es el capítulo dedicado a nuestro consagrado compatriota.    Para el autor de la obra que  analizamos, “Henríquez Ureña  fue un paradigma intelectual en las letras hispanoamericanas. Producto de una corriente cultural que anhelaba la búsqueda de la propia identidad histórica, social, lingüística y cultural  en su expresión intelectual, espiritual y estética.

 Henríquez Ureña fue humanista excepcional, emprendedor y fecundo. Nacido  en la ciudad de Santo Domingo (20-VI-1884), se formó en el hogar y bajo la escuela de Marcelino Menéndez y Pelayo, y se elevó  hasta ser uno de los más importantes intérpretes literarios en Lengua Española. Vivió en España, Cuba y Méjico. En su época más fecunda, como la investigación, la  escritura y la docencia,  se radicó en Buenos Aires, donde murió el 11 de mayo de 1946.

 Rosario Candelier termina su estudio acerca de don Pedro con los rasgos que distinguen la obra del ilustre Maestro.

 Conocí  personalmente a Bruno Rosario Candelier en la ciudad de Puebla de los Ángeles, Méjico, en el 1999, durante un congreso acerca de nuestro idioma.  Ambos representábamos  a  la Academia Dominicana de la Lengua. Conocí primero  un hermano suyo que enseñaba para la sede Central de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y en algunas de las pocas extensiones que teníamos entonces. Su hermano murió en un accidente de tránsito.  Fue doloroso para muchos, que lo apreciábamos por su dedicación, rendimiento y fraternidad.

 Conocer a Bruno lejos de aquí, o cerca, si hubiese sido así, fue una experiencia compensadora. Hicimos de inmediato una amistad, sin resquebrajaduras, que se extiende  hasta hoy y espero que así sea por siempre.

 El ocupaba la posición de vicepresidente de nuestra Academia, pero teníamos la dificultad de su residencia en el interior. Entonces don Mariano Lebrón Saviñón, presidente, que se sentía algo agotado, me encargó que no dejara morir la institución.

 Así colaboré  intensamente, con uno y con otro, desde  mi función de secretario, que en el pasado se denominó secretario-perpetuo, y que el Cardenal López Rodríguez, Miembro, me saludaba, con sana malicia: ¿Qué dice el Secretario Perpetuo?, mientras apretaba efusivamente mi mano derecha.

 Encaminamos varias cosas e hicimos revivir nuestra entidad. Para aquellos años me sentí quebrantado y decidí retirarme como titular de la Secretaría, y me dediqué a  atender la salud, sin olvidarme de  mi Academia.  Fue una dura experiencia,  porque la enfermedad me golpeó fuertemente. Pero resultó  buena medida retirarme de la Corporación y seguir con el trabajo de la Cámara de Diputados.

 Don Bruno se hizo cargo de la dirección y la secretaría, que había sido  abandonada, sabiendo la responsabilidad que, al vivir en el interior,  le multiplicaba el trabajo.

 Pero fue una maravilla. Conocí y comparto orgullosamente con un hombre sensacional, para quien no hay  avatares  que lo dobleguen. Una institución sin recursos y con miembros que no sabemos pedir.  Es un verdadero milagro que nuestro amigo mantenga la Academia en superación, trabajo persistente, con desarrollo en el país y contactos y  labores con la Real Española  y otros centros del exterior.

 Bruno es laborioso, tenaz, infatigable.  Indomeñable, vertical y terco. Sí,  señores: vertical y terco.

 Con una terquedad que nos enaltece a todos.

En síntesis

El autor y la obra

”El Ánfora del lenguaje” cuenta con 37 trabajos, todos de gran actualidad y de valioso interés para la cultura de la lengua en Santo Domingo. Se destacan entre otros “Las plagas del español dominicano”, “El lenguaje de mujer en la creación poética”, “La tradición lingüística en el desarrollo cultural”, “El lenguaje de la literatura infantil”, “El lenguaje en torno a Don Quijote y Sancho Panza” Esta es  la obra de un autor laborioso, tenaz, infatigable. Indomeñable, vertical y terco. Sí señores, Bruno es vertical y terco.

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