Hay que hacer un alto en el camino, separar la paja del trigo y valorar en su justa dimensión el cambio que está experimentando la sociedad dominicana en materia de lucha contra la corrupción y la impunidad, a propósito de los casos Operación Calamar, Antipulpo, Medusa, Operación 13, Coral, Coral 5G y Caracol.
Antes la impunidad era la norma, como documenta Participación Ciudadana en “La Corrupción sin Castigo”, cuando de 227 casos, sólo seis tuvieron sentencias definitivas y sólo en uno hubo condena.
Ahora, entidades como Ministerio Público, Compras y Contrataciones, Contraloría, Dirección de Ética Gubernamental y el mismo Presidente de la República se dan por enterados de las denuncias y, como consecuencia, decenas de funcionarios han salido del Gobierno (cuyos casos esperamos también se investiguen).
Lo más relevante de este cambio es su autoría: la ciudadanía. En la sociedad dominicana germinó durante décadas preocupación por la corrupción.
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Odebrecht fue la gota que derramó el vaso, como se evidenció en las marchas verdes y en las elecciones de 2020. Pero hubo gente que no entendió ese cambio, lo ignoraron, adjudicándolo a una campaña de la oposición. Se quedaron cortos y eso les costó el poder. Hoy día se reiteran en ese error cuando ante acusaciones graves como las de Operación Calamar no se examinan y responden intentando desacreditar al Ministerio Público con estribillos gastados como persecución política.
A esto se suma la apuesta de que la opinión pública sólo hable de inflación pues, según ellos, este es un pueblo muerto de hambre al que ya no le importa la corrupción.
Sin embargo, actos como el de este domingo en el Parque Independencia, donde cientos de personas vestidas de azul respaldaron al Ministerio Público, demuestran que la corrupción sigue importando.
Doña Miriam Germán, Yeni Berenice Reynoso y Wilson Camacho, entre otros fiscales, sí han entendido a la sociedad y tienen el mérito histórico de que con la profesionalidad de su trabajo están dando respuesta a una sed de justicia legítimamente acumulada por este pueblo.
Y estamos avanzando. Estos casos hacen aportes relevantes como cambiar el imaginario social que en este país robar y robar mucho, codeado del poder político de turno, impedía ser cuestionado ante la Justicia, advertencia válida también para quienes están hoy en el Gobierno.
Por eso hay que felicitar y agradecer a doña Miriam, a Yeni, a Camacho y a todo su equipo, porque leer estos expedientes conlleva pensar en las largas y arduas horas de trabajo (muchas lejos de sus familias), y en su valentía porque se trata de personas que se lo están jugando todo, inclusive su seguridad, enfrentando sectores poderosos.
A ellos y ellas decirles que no están solos. Los buenos dominicanos son más. Sus esfuerzos no son en vano y más allá del ruido de vocinglerías pagadas, hay una ciudadanía consciente que los observa y los respalda, confiada de que históricamente el pueblo dominicano ha sabido sortear sus desafíos y que este, por muy grande que sea, no será la excepción.