Buena cosecha

<p>Buena cosecha</p>

EZEQUIEL GARCÍA TATIS
El grupo de jóvenes que realizó sus estudios en el entonces Liceo Generalísimo Trujillo, de Montecristi, durante el período 1952-56 ha producido personas valiosas que han efectuado un aporte notable al país y, en algunos casos, a países foráneos donde les ha correspondido residir. Tales son los casos de Ignacia Lucrecia Rodríguez (Cuty) para los habitantes de Israel, donde vive, Jael Rachamín; del contable y técnico en electricidad Licenciado Rafael D’Orville, por sus aportes en la contabilidad de empresas y en el aeropuerto de Puerto Rico, y del técnico en contabilidad y en impuestos internos, Juan Asdrúbal Herrera, quien fue subgerente de empresas en esa vecina isla.

Es destacable que de la lejana ciudad de la Línea Noroeste, del grupo de 60 jóvenes que cursaron el bachillerato en la dura Era de Trujillo, alguno muriera fruto del generoso aporte que hizo Montecristi a combatir al tirano. Ese fue el caso de Fernando Fernández Moronta, quien acompañó a los expedicionarios que entraron al país por Luperón en 1959. Otros: Alfonso (Fonso) Molina Franco, José Antonio (Dantón) Hurtado y Rafael D’Orville, acompañaron a su profesor de educación física y deportes, Rafael Romero Rosario, uno de los que recibieron placa de reconocimiento en el acto que tuvo lugar el 1ro. de diciembre en el Club de Comercio, a las horrorosas torturas y sufrimientos a que eran sometidos los presos en las ergástulas de La 40, en la última etapa de la satrapía.

De esos 60 estudiantes 15 se hicieron profesionales en distintas carreras: Seis en ingeniería, tres en medicina, dos en administración de empresas, dos en contabilidad, uno en Derecho y uno en medicina veterinaria. Además tres se hicieron tecnólogos: dos en seguros y uno en laboratorio. De ellos se formaron, igualmente, siete profesores, cuatro empresarios, dos militares, un periodista, un músico, un técnico en ebanistería y uno fue síndico de la Ciudad del Morro.

Cabe señalar que varios de los que iniciaron carreras  universitarias y por causas diversas no las terminaron, se dedicaron a esa u otra actividad y las ejercieron exitosamente, como si se hubiesen graduado.

La gran mayoría de esos 35 que realizaron estudios superiores fueron varones porque, en esos tiempos, la sociedad consideraba que la principal actividad de la mujer estaba limitada a atender el hogar. Así, muchos que no realizaron estudios profesionales se han desempeñado con suficiente destreza para no ser indigentes.

Todos los integrantes de ese grupo y todos los habitantes de esa comunidad atribuyen la sólida formación de esos bachilleres a la capacidad, la responsabilidad y la mística con que se ejercía el profesorado.

Es por eso que esa promoción se propuso reconocer la labor de sus formadores: Mariana Aguilera Grisanti (Minona), Isabel Reyes Taveras, Verónica Rodríguez viuda Rivas, Denisse Paret viuda Mena, Milagros Gómez viuda Longo y Rafael Romero Rosario, en un acto que fue bien respaldado por la población, que se constituyó, al mismo tiempo, en una magnífica exposición cultural, y que contó, además, con la participación, de los músicos, cantantes y ejecutores de instrumentos de la asociación cultural Chery Jiménez Victoria, que integran las encantadoras voces de Josefina y Popola Hurtado, Lidia Lora, Olga Lovetti Gómez, Divina Guzmán, Angela Peña y Vidalito Cabrera; las maracas de Isabel Peña, las guitarras de Rubén de Peña, Miguel (Chicho) Gómez y Dilexio Morel y las castañuelas de las hermanas Hurtado y de Gilka Felipe. Sus interpretaciones incluyeron las canciones a Montecristi de Aquiles de la Rosa, Luis Rivera, Miguel (Chicho) Gómez y de Vidalito Cabrera, y la conocida canción, letra de Maró Lembcke y música de Chuchito Tull, Cuando te Vayas. Quiera Dios que Montecristi continué aportando al país tan buena cosecha.

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