Buitres y cadáveres forenses

Buitres y cadáveres forenses

A inicio de la década de los ochenta del pasado siglo XX viajábamos una tarde al poblado de Miches en la provincia de El Seibo. Allí dictaríamos una charla acerca del peligro del uso y abuso de las drogas. En el  trayecto entre Hato Mayor y nuestro destino final notamos que desde las orillas de la carretera prendían vuelo unas aves de plumaje negruzco.

Asombrado ante la bandada de pájaros desconocidos hasta el momento preguntamos al guía acerca de la naturaleza de dicha especie voladora. Nos informó que se trataba de un ave de carroña muy común en la zona, conocida por los lugareños con el nombre de aura.

Agregaba que los ganaderos prestaban atención a su vuelo puesto que donde merodeaban marcaba el sitio de fallecimiento de un becerro, vaca u otro cuadrúpedo. Los buitres del nuevo mundo son de la familia Cathartidae. Se dice que poseen un buen sentido del olfato, pero utilizan la vista para ubicar los cadáveres, base fundamental de su alimentación. Se nutren durante el día. Para algunos poetas son el sinónimo de la crueldad y de la avaricia. Otros escritores lo asocian a la persona que se ensaña en la desgracia ajena.

En la República Dominicana abunda una variante humana de buitre criollo aparecida en los años noventa del pasado siglo, la cual se ha ido reproduciendo desde la capital hacia los pueblos grandes del interior.  A nuestra llegada al Instituto Nacional de Patología Forense en 1996 tuvimos que auxiliarnos de las autoridades del Ayuntamiento y de las fuerzas policiales para sacar del parqueo y los alrededores del centro a decenas de buscones, ambulancias y funerarias, quienes se disputaban los cadáveres que ingresan a la institución. 

En el 2004 retornamos al Instituto Forense para encontrarnos de nuevo con un empeorado panorama, ya que la podredumbre del lugar era reconocible a centenares de metros del área.  Fue necesario emplearse a fondo para higienizar la zona, al tiempo de sanear el sitio de las auras del boroneo y picoteo cadavérico. El mal tenía conexiones internas lo que hizo necesario cancelar personal administrativo y poner en cuarentena a otros. En noviembre de 2010 enviamos un expediente acusatorio para que el DEPRECO investigara una denuncia. A casi un año del requerimiento dicho organismo parece no haberse dado por enterado.

Un diario matutino publicó una noticia el día 15 de agosto 2011 en la que se decía  que el Instituto de Patología Forense exigía el pago de cinco mil pesos como condición para la entrega del cadáver autopsiado perteneciente  a una humilde familia de Los Alcarrizos. Sorprendido y alarmado ordenamos al director indagar al respeto pues hay una orden estricta de no cobrar por los servicios que el Instituto Nacional de Patología presta a la población. El resultado arrojado por la investigación fue que un chofer del Instituto Nacional de Ciencias Forenses que es quien lleva los muertos a Patología Forense, en combinación con un buscón ofertaron trasladar a la funeraria en ambulancia el fallecido por la suma de cinco mil pesos. ¡Ojalá que esta investigación se profundice y se tomen medidas ejemplares que ponga fin a la bandada de buitres forenses que siguen pululando por los alrededores del  Instituto Nacional de Patología Forense! ¡Y que no pase como lo del DEPRECO!

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