Bullying, homosexualidad y ateísmo

Bullying, homosexualidad y ateísmo

Rafael Acevedo

El rechazo es un mecanismo de defensa que, llevado a extremos, ha causado grandes daños a la humanidad. El bullying es una forma activa de rechazo e intimidación. Va mucho más lejos que el prejuicio, la minusvaloración del otro, y cualquiera forma de discriminación y desprecio. Es un acoso que implica rechazo y persecución al mismo tiempo. Cualquiera lo ha padecido, aunque fuese en carne ajena. Es difícil tomar como buena y aceptable una conducta de maltrato a un ‘semejante’, permaneciendo indiferente. Los acosadores presionan a los neutrales e indiferentes a tomar partido en el rechazo. Juan Varela (“Tu Identidad Sí Importa”) trata el tema del acoso a niños con minusvalías relativas, retraídos, o simplemente “conservadores”, con dificultad para adaptarse a ciertos patrones de conducta masculinos infantiles caracterizados por su agresividad y rudeza.
Explica que al acosado se le estigmatiza y se le suele obligar a la búsqueda de “consolación” en la compañía de otros niños con dificultades similares; quienes suelen sentirse apocados respecto a la posibilidad de competir por la admiración de las niñas. El “bullying” tiene consecuencias psico-sociales peores que el simple aislamiento: disminuye la auto estima, produce resentimiento y frustración respecto a las posibilidades de participación e integración social.
Pero hay otras formas de rechazo y acoso que han causado infinitamente más daño a la humanidad; como la que han padecido en el pasado grupos étnicos tratando de asimilarse en la sociedad o etnia local. Un caso de extraordinaria importancia lo ha sido el de intelectuales y artistas judíos (Siglos 19-20), cuyas vías de ascenso social estuvieron bloqueadas por los grupos de poder en sociedades europeas; estando atrapados entre la persecución de los “cristianos” y el ostracismo a que los propios judíos condenaban a los desertores de su propia etnia. Lo más natural para un intelectual judío del tipo Marx-Freud-Fromm era declararse ateos o agnósticos. Con la suerte de haber entramado sus ideas anti-teístas en las corrientes modernistas y social-proletarias, en las artes, las academias, y, particularmente, en la ‘tolerancia bohemia’ de ciudades vanguardistas (¡Oh, París!). De hecho, es muy difícil aceptar a un Dios que patrocine persecuciones a extranjeros, indefensos e inocentes. (El acoso a intelectuales y cientistas disidentes fue característico de la iglesia en la Edad Media). Declararse a-religioso, agnóstico, ateo o liberal ha sido un salvoconducto cuasi-universal.
Recientemente, la defensa contra el acoso se ha posicionado en organizaciones y cortes de derechos humanos, pues no se concibe a estas alturas que a alguien se le persiga por sus gustos o inclinaciones personales. Pero, tampoco es constitucionalmente correcto negar el derecho de los religiosos a llevar sus creencias y principios al debate público-estatal (Jorge-Prats). Mayormente, el ateísmo y cinismo del mundo de hoy se deben al bullying contra hombres y mujeres talentosos diferentes y disidentes, a los que el mundo de los “normales” los ha acosado injusta y perversamente. Estado, ciudadanos (creyentes y no creyentes) debemos encontrar soluciones civilizadas (y cristianas) que no nieguen derechos ni misericordia a ninguna persona a causa de su etnia, creencia o preferencia.

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