Cualquier observador capaz de cierta objetividad encuentra explicaciones aceptables acerca de los reales o aparentes saltos en encuestas recientes. Como siempre, hacemos todos los análisis de consistencia interna y confiabilidad, no obstante, nuestro equipo humano ser prácticamente inmejorable.
Los que siguen los procesos eleccionarios en una democracia, por defectuosa que esta sea, están acostumbrados a que los diferentes candidatos lleven a cabo una contienda propagandística basada principalmente en propuestas de partidos, las que los candidatos ofrecen a los electores. Estas ofertas normalmente se basan en plataformas diseñadas por ideólogos y expertos en los diferentes menesteres o áreas de la administración de la cosa pública.
El material de plataforma es a su vez rediseñado, empacado y presentado por expertos mercadólogos, publicistas y comunicadores para hacerlo comprensible y atractivo al público elector. También hemos visto en diferentes campañas en el pasado y en otros países que los grupos políticos con afinidades ideológicas y con intereses coyunturales semejantes se unen y hacen alianzas, coaliciones y acuerdos de diversas especies.
Así, los procesos a que hemos asistido en cuatrienios pasados se han caracterizado mayormente por una gradualidad en el avance y decadencia de unos y otros candidatos, viendo a los electores irse sumando, atraídos por las ofertas de unos y abandonando las ofertas de otros de un modo más bien paulatino, bastante visible para los observadores comunes.
En la presente campaña, en cambio, hemos estado asistiendo a algunos saltos, relativamente pequeños y anómalos, ya que la mayoría de los electores forma parte de redes proselitistas y clientelares, y apenas una clase media urbana se mantiene relativamente independiente. Esos “saltos” fundamentalmente se deben a que una buena parte del proceso actual más que mercadológico ha sido de tipo bursátil: Se han producido especies de subastas de compra y venta de votantes, y alianzas poco previsibles; y la intervención de sicarios y hombres armados, responsables de chantajear, disuadir y hasta dar muerte a precandidatos y adversarios. Algunos partidos y grupos políticos han sido reducidos a tarantines y comprados por bagatelas. Como en las bolsas de valores, los dueños de paquetes de acciones se asocian para arruinar o darle origen a una nueva entidad, o para aumentar el poder de unos debilitando sus competidores. Parecería estar de fondo el espectáculo de democracias inviables, de estados cuasi-fallidos y de economías dependientes cuyos modelos de crecimiento no encuentran la ruta apropiada hacia el mercado globalizado. En estas sociedades, las oligarquías emergentes y las tradicionales escenifican conflictos sin salida, especialmente porque el sistema mundial limita las formas de solución y mediatiza los procesos autónomos de evolución de nuestras democracias. En este escenario algunos candidatos con excelentes condiciones, favoritos acaso de sectores pensantes de clase media, tienen dificultad para posicionarse, ya que carecen de recursos y se abstienen de hacer ofertas poco realistas. Desafortunadamente, algunos medios de opinión, parciales de intereses en conflicto, menoscaban el aporte de las encuestas a la democracia, dificultando la comprensión y superación del fenómeno socio político, confundiendo más a una población semi-analfabeta, menesterosa, bastante desconcertada, llena de dudas y contradicciones.