El objetivo del cierre de nuestra frontera con Haití fue paralizar la construcción del canal que tomaría aguas del río Masacre, obligando a una negociación. El resultado ha sido lo contrario, pues ha dado lugar a que se arrecie su construcción y a negociaciones inconclusas.
Ese cierre sí ha generado algunos efectos positivos para los dominicanos. Por un lado, ha aumentado el retorno voluntario de haitianos y son mucho menos los que cruzan por la frontera. El precio de nuestra comida se ha reducido dado una mayor oferta que antes iba hacia Haití. Tanto el presidente Abinader como su partido también se han beneficiado durante este proceso electoral ya que la gente apoya su gestión nacionalista y se olvida momentáneamente de que el dinero no alcanza y de los problemas delincuenciales.
Pero esta actitud del Gobierno dominicano es insostenible. Por un lado, la opinión pública internacional observa que negamos comida a un pueblo hambriento porque no queremos que usen las aguas de un río para sembrar comida. Ya Naciones Unidas ha pedido que dejemos que pase por la frontera su inventario de comida destinado a Haití. Por el otro, el dejar de exportar a Haití, nuestro segundo mercado internacional después de Estados Unidos, tiene un serio efecto sobre nuestra balanza de pagos y rompe la cadena de suministros. Ya se habla de productos perecederos dañados por no encontrar mercado. El cierre de las aduanas dentro del proyecto Codevi implica que la tela no puede cruzar de Santiago a la parte haitiana del proyecto, como tampoco la ropa elaborada puede pasar de la parte haitiana a la dominicana para su reexportación. Eso saca de su empleo a unos 10,000 haitianos.
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El objetivo de cerrar la frontera era presionar al Gobierno haitiano para que negocie lo del canal, pero el primer ministro Henri ni puede, ni quiere negociar pues no cuenta con recursos militares para detener el proyecto, el cual comenzó como una idea del asesinado presidente Jovenel Moïse y que luego fue tomado por los “anarquistas” citados por el presidente Abinader, pero que con el anuncio del cierre de la frontera se ha convertido en un verdadero “convite” a lo haitiano, es decir la práctica tradicional de reunirse los campesinos para en conjunto techar un bohío. Miles se han reunido para ofrecer mano de obra gratuita. En Fort Liberté se organizó una “tómbola” para recaudar fondos y los políticos acuden al canal para llevar dinero y materiales de construcción. Las bandas en Puerto Príncipe también apoyan el proyecto. Nos recuerda la actitud de políticos y la sociedad civil cuando la reciente explosión en San Cristóbal, la quema de los cañaverales en 1962 y la exhortación a la población de ir a cortar la caña y la gran campaña cibaeña para que se construyese la presa de Tavera. El lograr presión cerrando la frontera no funciona cuando se enfrenta a grupos civiles impulsados por el nacionalismo. No hay con quién negociar. El Gobierno haitiano no siente la presión.
Por otro lado, ese canal bien puede devenir en un “elefante blanco” pues tal vez las aguas nunca lleguen a él pues implicaría una muy alta inversión en bombas y el uso continuo de combustible, así como tal vez construir un dique derivador dentro del río. “Convites” y grupos privados no cuentan con los recursos para eso.
¿Qué hacer? ¿Esperar a que su construcción termine y se evidencie que es un elefante blanco? ¿Esperar a que lleguen las tropas que encabezaría Kenia?
El Tratado de 1929 permite el arbitraje. Antes lo hacíamos utilizando el Vaticano, pero más recientemente Colombia, por un problema fronterizo ha acudido a la Corte Internacional de La Haya. Nosotros podríamos pedir arbitraje a la OEA o Naciones Unidas, pero tenemos que estar conscientes de que los dominicanos, a través de los años, hemos hecho por lo menos 10 tomas de agua en ese río y los haitianos probablemente ninguna, por lo que hemos hecho un uso desproporcionado de las aguas de un río limítrofe. Los árbitros tomarían eso muy en cuenta.
El presidente Abinader insiste en que primero se detenga la obra antes del arbitraje, pero ahora no hay quien la pare. Como dominicanos lo más que podemos pedir con justicia es que el canal haitiano no desvíe el río ni cause inundaciones. Por el momento creemos que se debe de dejar pasar toda la comida a Haití y que Codevi opere.
Por supuesto, existe la alternativa de una nueva toma de agua río arriba en La Vigía, pero eso aumentaría aún más la proporción de agua que toman los dominicanos del río. El colocar un tanque militar del lado dominicano de la frontera y con un cañón destruir el canal es, por supuesto, un absurdo.
Hace casi cien años se escribió (sería publicado muchos años después) la novela “El Masacre se pasa a pie”. Cada día se le pasa a pie más fácilmente.
Hace sesenta años Tomás (”Jimmy”) Pastoriza me dijo: “Bernardo, algún día pelearemos con Haití por problemas del agua”. Aunque pensaba que se refería al Artibonito, no le creí.