Buscando un instante mágico

Buscando un instante mágico

MARIEN ARISTY CAPITÁN
Su abrazo se había vuelto dulce. Habían pasado sólo unos segundos desde que estaba sobre mí y, confiando en mi regazo, se había abandonado ante la magia del momento: la luna, frente a nuestras miradas, nos regalaba su plenitud y llenaba de luz nuestra noche. Así, perdida tras su imagen, Pilar Marie se abandonó y olvidó todo lo que le rodeaba. Entonces quedaron atrás sus berrinches, sus protestas y su forma de decirnos que no estaba contenta. Había logrado, después de hacerse entender, lo que más deseaba: le permitimos alcanzar la luna.

Ver la felicidad que aquella noche se instaló en la carita de mi sobrina de un año y medio me hizo recordar una frase que leí por casualidad en la agenda de Paulo Coelho:

“¿Qué es un instante mágico? Es el momento en el que tomamos una decisión, cuando reflexionamos sobre lo que buscamos y nos aventuramos, nos lanzamos a la conquista. Cuando percibimos que algo no nos gusta y nos atrevemos a iniciar un cambio, sin postergarlo más. Cuando salimos con coraje a cumplir nuestros sueños”.

Aunque su sueño era muy fácil de cumplir, ese día Pilar Marie tuvo el coraje de lanzarse a la conquista de lo que quería. Con ello, me hizo pensar en las miles de batallas que nosotros hemos perdido por culpa de un exceso de silencio o, lo que es lo mismo, de apatía y cobardía.

Al hablar de nosotros, me refiero específicamente a los que cada día nos dejamos pisotear por los sectores de poder: los de la callada y sufrida clase media dominicana que, a pesar de que paga por todos los entuertos y desaciertos, jamás se alzado ni se ha defendido.

No sé si es que el peso de las responsabilidades nos ha desgastado y ya no tenemos fuerza para más. Tampoco sé si es que tememos perder lo poco que tenemos si nos quejamos; lo único que sí tengo claro es que nadie nos representa ni habla por nosotros.

Por sólo citar dos casos recientes, vale mencionar los temas del aumento salarial y la seguridad social: en las cumbres, reuniones o como se les quiera llamar, estaban representados el gobierno, el empresariado y los sindicatos. ¿Y nosotros? En casita, esperando y rezando que decidieran algo que nos conviniera.

Producto de la ausencia, el aumento salarial fue de ley para los que reciben el salario mínimo pero para los demás (precisamente nosotros) fue opcional. ¿Resultado? Muchos nos quedaremos en la estaca esperando.

Respecto a la salud, negociaron los médicos, el empresariado y el gobierno. ¿Y los asegurados? Estamos pagando el 2.6% del salario, porque para cobrarnos nadie escatima esfuerzos, gracias a lo que este mes el gobierno recaudará mil millones ¿Lo más grandioso? Aún no sabemos hasta dónde nos reducirán los servicios médicos.

Por si fuera poco vemos que los jueces de la Cámara de Cuentas se aumentan los salarios a RD$601 mil brutos y, ante la queja del presidente del tribunal, Andrés Terrero, están pidiendo su renuncia para garantizarse el aumento.

Mientras esto pasa nosotros callamos. Nueva vez, así como sucede cuando nuestros congresistas discuten algunas de esas leyes tributarias con las que castigan cada vez más nuestro presupuesto, nos hacemos de la vista gorda y esperamos que a alguien se le ocurra acordarse de que nos están jodiendo.

Esta es solamente una muestra del punto al que llega la indolencia de la gente de a pie y de esos profesionales que comemos por lo servido. También de quienes vemos cómo se reduce nuestro nivel de vida pero no pensamos en hacernos a la calle para quejarnos porque nos están golpeando.

En nada nos parecemos a los países europeos, donde la gente sale en masa a protestar por lo que le afecta. Aquí, si se convoca una protesta, ¿cuántos van? Para muestra recordemos la manifestación contra la isla artificial.

Es hora de cambiar de actitud y ser como los niños que buscan su instante mágico. De lo contrario, nunca tendremos nada porque a nadie más le importamos. Ellos pelean por ellos mientras nosotros preferimos soñar con una quimera: encontrar un gobierno que nos salve.

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