HAMLET HERMANN
A principios del año pasado surgió la idea de que George W. Bush podría no terminar su segundo período en la Presidencia de Estados Unidos. En aquel momento no podía reunirse pruebas objetivas que permitieran una discusión a nivel científico. Sin embargo, con el cúmulo de respuestas desagradables de parte del pueblo estadounidense y el agravamiento de la crisis económica, puede profundizarse en el análisis que en 2005 no pasaba de ser una especulación.
El 2006 no ha sido muy grato con los ocupantes de la Casa Blanca. Podría decirse que están como una piñata de cumpleaños infantil. No hay lado por el que no le estén dando palos a diestra y siniestra. El único amortiguador con el que cuentan es el de la propaganda, el de la difusión acomodaticia de datos, reales o inventados cuando fuera necesario. Pero este procedimiento propagandístico toca fondo. La credibilidad está muy erosionada porque los hechos son más elocuentes que cualquier canal noticioso asociado a los organismos de inteligencia. En 2003, el slogan de Bush era: ¡Misión cumplida!. Un par de años después, en el verano de 2005, el gurú Rumsfeld dijo en Irak: La insurgencia está en sus últimos estertores.. Para las navidades pasadas, el presidente Bush decía: Sólo hay dos opciones para nuestro país: victoria o derrota. Pero como van las cosas, nada parece mejorar para Bush y compartes.
Dadas las características sociales, religiosas y económicas de Irak esa alternativa de victoria o derrota es, para Estados Unidos, sumamente equivocada. ¿Qué cosa es ganar? ¿Poner un gobierno títere escogido a dedo por la Casa Blanca, apoderarse de las concesiones petroleras y crear más bases militares en el Medio Oriente? ¿Qué es perder? ¿Retirar todas las tropas del territorio iraquí y dejar que los sunnis, chiíes y kurdos resuelvan los problemas iraquíes entre ellos? Nadie en la avenida Pennsylvania está en capacidad de elaborar una definición creíble de lo que es victoria o derrota. Menos ahora cuando los que hablan a nombre de esa Administración son los principales responsables del caos y el desorden que se han creado en Irak y en el propio Estados Unidos. Lo triste del caso actual es que las mismas predicciones apocalípticas utilizadas por Lyndon B. Johnson para justificar la injustificable guerra de Vietnam están renaciendo entre los halcones republicanos. Aquello de la teoría del dominó de que si Vietnam se liberaba desataría un avance del comunismo por el mundo que no cesaría hasta la desaparición de Estados Unidos resultó ser la mentira más grande del mundo. Pero ahora, treinta años después, Rumsfeld y compañía desempolvan el armario de trastes viejos y vuelven con que la seguridad mundial está en peligro si las tropas estadounidenses son retiradas de Irak.
Si suprimieran por un corto lapso la sordera política que los caracteriza, les convendría tratar de controlar la inflación que a su vez provoca las alzas en las tasas de interés y, por ende, un debilitamiento de la economía norteamericana. Cuando invadieron Irak dijeron que el precio del petróleo disminuiría, pero sólo ha aumentado y se ha convertido en la principal causa de la inflación norteamericana. No creo que el presidente Bush haya olvidado que en apenas unos cinco meses se celebrarán elecciones congresuales en esa nación y que el control del Congreso podría cambiar de manos si el desastre de la economía sigue como va.
Otro aspecto a tomar en cuenta es el salvajismo demostrado por las tropas ocupantes en Afganistán y en Irak. Ya no hay mentiras para disfrazar que, al igual que en Vietnam, los crímenes se cometen contra la población donde quiera que hay tropas de Estados Unidos. No son sólo las comprobadas torturas de Abu-Grahib, ni las cárceles secretas en países de Europa, ni los seres humanos torturados de manera permanente en el territorio ocupado de Guantánamo. Día tras día las páginas de los principales periódicos de Estados Unidos presentan casos y más casos de masivos crímenes cometidos por los marines estadounidenses contra niños, mujeres y ancianos. La histeria del culpable parece que no encuentra cómo frenarse si no ceba su crueldad en inocentes criaturas. Por otro lado, demuestra una gran insensibilidad humana y un cinismo de marca mayor decir que tres reclusos de Guantánamo se suicidaron como un acto de guerra y de propaganda cuando esas personas están vigiladas directa y electrónicamente durante las 24 horas del día y de la noche.
En conclusión, a golpes de piñata el presidente Bush podría llegar a una situación insostenible y convertirse en el ente expiatorio que evite el que el establishment se lesione aún más. El sacrificio de un carnero podría ser un amortiguador de la crisis.