UBI RIVAS
En el transcurso del Desayuno Nacional Hispano de Oración, efectuado el 8 del presente mes de junio, el presidente George Bush jr. emitió un juicio de valor altamente laudable, admitiendo que no cree en el recurso de las deportaciones de indocumentados porque simplemente no va a funcionar.
Es la actitud más encomiable del presidente Bush jr. de las escasas que ha presentado en su accidentada administración de doble período, equiparable a su mejor oferta en el ámbito internacional, la Hoja de Ruta del 14 de mayo de 2003.
En ese invaluable documento, Bush jr. delínea con clarísimos como equilibrados perfiles, la solución más depurada y alta para finiquitar el diferendo en las sangrientas relaciones que han signado el acontecer a partir del 14 de mayo de 1948 de árabes y hebreos en Palestina.
Empero, zigzagueante, como es el cosmos del sórdido mundo de la política, Bush jr. no ha decidido, hasta ahora, imponer su criterio contenido en su programa, en primer lugar, para que su pupilo el Estado hebreo, abandone definitivamente Cisjordania y Gaza, territorios de la autoridad Nacional Palestina (ANP) y desmantele las ilegales colonias que Israel aún tiene allí.
En el caso que vertebra la entrega de este día, Bush jr. se expresa con sensatez, una prenda personal rarísima en su siquis, y conviene en que es menester procurar una salida inteligente al problema de más de 18 millones de indocumentados que residen en Estados Unidos, más de la mitad de ellos de origen mexicano.
Los mexicanos en cualquier cantidad, es el parecer de este servidor, tienen derecho a residir en Estados Unidos y que el Departamento de Inmigración les conceda ipso facto la green card, recordando que en la guerra de 1845 que México no provocó, Estados Unidos le birló los actuales territorios de California, hoy el polo económico número 14 del mundo, conjuntamente con Nuevo México, Arizona, Texas, Oklahoma y Nevada, es decir, la mitad de entonces de todo el territorio mexicano.
Es decir, por mayor que sea la migración mexicana a USA y mayores las green card que se les otorgue, resulta un precio ínfimo comparado con el saqueo sin excusas de referencia.
Esa política de Bush jr. debe servir de orientación a otros países que confrontan problemas migratorios fuertes, como lo es el caso nuestro con el vecino Haití.
En estos momentos, la migración ilegal haitiana en nuestro país, conforme el experticio de algunos, es superior a medio millón de individuos, mientras que para otros supera el millón y otros se acerca a dos millones.
Cualquier suma es además de impresionante, peligrosa, imperdonable y debe el presidente Leonel Fernández empezar a organizar la casa, poner orden al desorden manicomial migratorio, y que no se resolverá de ninguna manera deportando indocumentados que no bien ponen pie en su tierra devueltos por el Ejército dominicano, en las mismas espaldas de los guardias regresan. ¿O estoy mintiendo? ¿Exagero un ápice?.
De ninguna manera sería posible ni admisible tampoco, reeditar el corte parejo de los primeros días de octubre 1937, en que el generalísimo Rafael Leonidas Trujillo, en uno de sus arrebatos primitivos repudiables todos, ordenó asesinar a entre tres mil a cinco mil nacionales haitianos que residían indocumentados en nuestro país, provocando un escándalo internacional.
La cuestión se orienta por la lógica, la cooperación mutua entre los dos países, aprovechando el nuestro ahora que además de disponer de un gobernante sensato y prudente, dispone de otra contrapartida análoga en el presidente René Préval, y obtener nuestro gobernante de su colega haitiano que documente a sus nacionales con el documento de Identidad y Electoral.
Exigir el presidente Fernández a los empresarios dominicanos la planilla de los extranjeros que requieran y entonces Interior y Policía o Trabajo, expedirles una tarjeta de trabajo provisional. Seguiré con el tema.