Bush rueda sin combustible

Bush rueda sin combustible

Comentario Editorial
Pobre del líder de una nación que considere la gasolina barata como un derecho humano básico. Esa es la posición del presidente George W. Bush, mientras los precios en las bombas se acercan a los US$3.00 por galón, antes de la próxima temporada de viajes -y las elecciones de medio término del próximo otoño-, mientras sus cifras de aprobación se aproximan rápidamente a una baja de cerca del 30%.

Pero no lo lamente demasiado tiempo, porque el señor Bush realmente ha desaprovechado la oportunidad de hacer algo sobre lo que él mismo, de manera correcta, ha caracterizado como la “adicción” de los norteamericanos al petróleo.

Después de los ataques del 11 de septiembre de 2001, el presidente tuvo una oportunidad única de crear un consenso bipartito y público más allá del incremento de la eficiencia energética y de reducir la dependencia de la energía, en particular del petróleo importado de áreas políticamente poco confiables en el Oriente Medio, África y América Latina. No la aprovechó. Por el contrario, la administración se tomó cuatro años para elaborar una propuesta de ley de energía que, a pesar de algunas mejorías en las redes de electricidad, de ninguna manera enfrenta el hecho de que el uso de la energía per cápita en Estados Unidos es mucho más elevado que el de cualquiera de sus rivales -por ejemplo, en el transporte, es tres veces el de Japón.

El nivel de intensidad energética tiene poco que ver con las altas tasas de crecimiento económico y mucho que ver con los hábitos de los conductores. Motores más eficientes en términos de consumo de combustible no se traducen en más millas por galón, si los vehículos siguen siendo más pesados y rápidos, y la cultura y los incentivos económicos garantizan que el Hummer derrote al Híbrido.

Esta semana, el presidente anunció un paquete de medidas para la Asociación de Combustibles Renovables. Planea “dejar un poco más de petróleo en el mercado”, mediante la suspensión de los depósitos en la reserva estratégica de petróleo; emite una serie de moratoria sobre las normas de combustible limpio, y una orden para investigar posibles manipulaciones del precio por las grandes compañía petroleras. Los mercados interpretaron acertadamente todo lo anterior como populismo de pocas consecuencias, y el precio del petróleo se mantiene tercamente elevado.  Más acertadamente, y a diferencia de alzas anteriores en el precio desde el embargo petrolero árabe hasta las tres guerras del Golfo, no son solo los precios actuales los que están altos. Los mercados están pronosticando precios por encima de los US$70.00 el barril en los próximos cinco años. La era del petróleo barato puede haber terminado.

El elevado crecimiento económico global, especialmente en Asia, está impulsando la demanda de un suministro muy ajustado de petróleo, más tensa aún por la insuficiente capacidad de refinación. Y lo más importante, es que probablemente no existan nuevos grandes yacimientos por descubrir, mientras que casi todos los viejos yacimientos importantes están en regiones (no solo en el Oriente Medio) que ofrecen toda una gama de riesgos políticos. Para poner un ejemplo, una actitud menos belicosa, más considerada, de EEUU hacia Irán, lograría más en la estabilización del mercado petrolero que todas las medidas del señor Bush en conjunto.

Sin embargo, al final la adicción de los norteamericanos solo puede superarse con duras decisiones políticas: normas rigurosas de eficiencia de combustible, un régimen de impuestos que ponga precio de manera realista a la gasolina; además de un marco de incentivos para la inversión en tecnologías alternativas. Mientras tanto, el mejor agente del cambio es un petróleo caro. 

VERSION IVAN PEREZ CARRION

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