Bush y el arte nada sutil de la política como una guerra

Bush y el arte nada sutil de la política como una guerra

La forma de la estrategia electoral de George W. Bush era evidente antes de que los republicanos llegaran al Madison Square Garden de Nueva York. Lo que vimos la semana pasada fue la fuerza feroz con la cual va a continuar. El plan es bastante simple. En un lado, está el líder resuelto de una nación en peligro; del otro, un político débil y sin principios, un amigo de los enemigos de “América” que habla francés. El señor Bush ha apostado por la presidencia al enmarcar las elecciones como una selección pura entre un comandante en quien el pueblo puede confiar y un contendiente que mintió sobre su historial de guerra.

No hay razón para sorprenderse. La política como guerra corre por las venas de la dinastía política Bush. George H.W. Bush señaló el camino con la destrucción despiadada de Michael Dukakis en la carrera presidencial de 1988. George W. Utilizó el mismo punto de vista hace cuatro años para sacar de la carrera en las primarias republicanas a John McCain.

En esta ocasión, sin embargo, podría decirse que el presidente tiene pocas opciones adicionales valiosas. El precedente histórico dice que las próximas elecciones deberán ser un referendo sobre su primer periodo de gobierno. No puede darse ese lujo. El presidente sabe que su registro se dobla bajo el escrutinio. Apenas se mencionó la semana pasada. Sobre cualquier asunto vital, con excepción de la guerra al terrorismo -la economía, la salud, la educación, Irak- el señor Kerry puede proclamar una mejor calificación en las encuestas. Por eso, cada vez que alguien menciona los empleos, Falluja, o el déficit fiscal, los republicanos cambian de tema.

Haley Barbour, el gobernador republicano de Misisipi y aliado cercano al presidente, dejó escapar algo durante una conversación reciente con un grupo de periodistas. Según relatan algunos presentes, el señor Barbour expresó que si el señor Kerry fuera el tema a debatir el 2 de noviembre, el señor Bush tendría una victoria fácil. Pero se le preguntó qué pasaría si el presidente fuera el tema en cuestión. El señor Barbour vaciló. En estas circunstancias, respondió con precisión, el señor Bush con toda seguridad ganaría el estado de Misisipi.

Por eso los ataques contra el récord del señor Kerry en la guerra de Vietnam en el mes de agosto no fueron sino un sorbo de la campaña que se avecina. Por supuesto, el señor Bush se distanció cuidadosamente de las acusaciones desenfadadas al estilo de Swuft Boat Veterans for Truth,  el grupo ácido anti-Kerry de veteranos de guerra. Pero los ataques indirectos han formado parte durante mucho tiempo de la forma de operar de su familia política. Las huellas de la Casa Blanca estaban por todas partes. El presidente se aseguró de que el lodo se hubiera pegado antes de refutar cualquier complicidad personal.

El capítulo siguiente es un ataque a la oposición abierta del señor Kerry a la guerra, después de su regreso de Vietnam. Aquí la Casa Blanca no tiene escrúpulos para respaldar públicamente a los Swift Boat Veterans en las acusaciones de que el joven y ascendido señor Kerry insultó a sus compañeros de armas y deshonró la bandera al hablar abiertamente de los horrores de Vietnam. Karl Rove, el asesor político  del señor Bush, así lo dijo la semana pasada. Viniendo de un presidente que utilizó su respaldo privilegiado de la costa este para eludir los servicios de combate, los cargos son casi surrealistas. El señor Bush, no obstante, está bien entrenado en la parte más oscura de la política. Repite algo con cierta frecuencia y la verdad se volverá insustancial. 

La sutileza no está incluída en los cálculos. Esto resultó obvio desde la noche de apertura de la convención, cuando los testimonios llorosos de las viudas de las víctimas de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 estuvieron mezcladas con constantes ataques al señor Kerry. A cada momento, durante la convención, los republicanos evocaron recuerdos de aquellos ataques, y los continuaban con las caricatura de un señor Kerry que se burla de la búsqueda de alianzas y vitupera a la Organización de Naciones Unidas.

Una o dos veces vimos variaciones sobre el mismo tema. Los anuncios de televisión en horarios estelares se reservaron para los republicanos moderados. La aparición en el podio de Rudolph Giuliani y Arnold Schwarzenegger estuvieron calculadas para garantizarle a un pequeño número de electores todavía vacilantes que el Grandioso Viejo Partido sigue acogiendo la política del pluralismo. El señor Bush necesita ganar los estados indecisos del Medio Oeste. Pero esto es más decorativo que otra cosa.

El espectáculo en el Madison Square Garden y el perfil público relativamente bajo de los conservadores sociales durante la semana, apenas oscurecieron la verdad fundamental del Partido Republicano del señor Bush. El cambio hacia el sur en el centro de gravedad político del partido, que empezó con la derrota de Barry Goldwater de su rival Nelson Rockefeller en 1964, está casi completa. El señor Bush ganó en todos los estados del sur en 2000 -ninguno en el Pacífico oeste, y solo uno en el nordeste. Los republicanos están definidos ahora por el conservadurismo cristiano de la fortaleza del Sur -la oposición al aborto, los homosexuales y el control de armas-.

A largo plazo, los republicanos no pueden prosperar como el partido de los machos blancos del Sur. En el corto plazo, el señor Rove cree que movilizar la derecha cristiana es la forma de conseguir la victoria.

El señor Kerry salió dañado de los ataques del mes de agosto. La burbuja de optimismo en la cual flotó desde la convención del partido demócrata en Boston, se reventó. Las agencias encuestadoras que apostaban que destronaría al señor Bush, están rehaciendo sus cálculos. Las encuestas más recientes dicen que el presidente ya logró un empate. Y aunque frágil, lo que pasa por sabiduría política convencional tiene al señor Bush en camino de un segundo mandato. A algunos de los que finalmente van a respaldar al señor Bush, murmuran los encuestadores, les avergüenza decirlo.

Las vacilantes respuestas del señor Kerry a los ataques republicanos, y su falta de disposición hasta esta semana de enfrentar al señor Bush sobre el desastre que constituye Irak, le han costado impulso a los demócratas. El señor Kerry haría bien en preguntarse cómo es que él permitió que una guerra que terminó hace 30 años se haya convertido en el tema central de conversación, cuando los soldados estadounidenses todavía están siendo muertos en Irak.

Sin ninguna ironía aparente, el señor Bush ha expresado que la insurgencia asesina en Irak no es más que la consecuencia de una rápida victoria militar en 2003. Los electores norteamericanos no son tontos. También es difícil imaginar que los votantes indecisos de los que va a depender el resultado de las elecciones estén impresionados por la implacablemente negativa campaña republicana.

Los resultados de las encuestas hablan del descontento popular, Por todos los electores que respaldan un lucha implacable contra el terrorismo, a la mayoría le preocupa que el unilateralismo exultante del señor Bush haya vuelto vulnerable a Estados Unidos. Si bien el presidente ha tenido éxito en dañar al señor Kerry, todavía está batallando por empujar los sondeos por encima del 50%. Otra forma de ver estas elecciones es como una batalla entre el temor y el futuro. EEUU todavía podría votar por el futuro.

TRADUCCION: IVAN PEREZ CARRION

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