Bush y la paz en Palestina

Bush y la paz en Palestina

UBI RIVAS
En el tenso marco de un toque de queda de «no te menees porque te mueres», el presidente George Bush Jr. se desplazó por Cisjordania, percibiendo el trauma terrible en los retenes israelíes que humillan a los palestinos, en ruta hasta Ramala, donde le aguardaba no menos tenso el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas.

En una gráfica para consumo internacional, el presidente del imperio palmoteaba el hombro izquierdo con su mano derecha a Abbas, único y quizás último reducto del diálogo y la moderación en todo el entorno palestino explosionado y saturado de extremismo, prejuicios e inviabilidades, mientras su diestra se dirigía hacia la del líder palestino y ya se sabe que las manos no es menester dirigirlas, sino que por un misterio se encuentran a solas siempre.

«Israel debe poner fin a la ocupación de los territorios iniciada en 1967», en referencia a la Guerra de los Seis Días de junio de ese año en que el Estado judío se apropió de la parte este de Jerusalén que era territorio de Jordania, y de los Altos de Golán (norte) que pertenece históricamente a Siria y de la península del Sinaí. Esta última fue la única que devolvió a Egipto.

«El acuerdo, prosiguió el presidente Bush Jr. debe establecer Palestina como la patria del pueblo palestino, al igual que Israel es la patria del pueblo judío», precisó el gobernante, para más luego añadir:

«Israel debe tener fronteras seguras y reconocidas y Palestina ha de ser viable y soberana y gozar de un territorio continuo».

«Creo que llegará un tratado de paz antes de que abandone mi cargo en enero 2009», enfatizando: «La creación de un Estado Palestino ha tardado demasiado».

Puede que más claro ni el agua, empero, surgen lecturas abundantes que pueden interpretar baches o lagunas intencionales con el propósito manido y censurable de pretender ganarle tiempo al tiempo, una añazaga que ha sido consecuencia y proverbial estilizar Israel para demorar un pacto de paz definitivo con los palestinos.

Para redondear un futuro promisorio y auspicioso en derredor de concertar una paz definitiva entre judíos y palestinos, garantizar el respecto entre ambas partes y fundar el Estado Palestino sin lo cual no puede pretenderse nunca que prevalecerá la armonía, sensatez y consenso en Levante, Bush jr. propuso por vez primera la creación de un mecanismo internacional para indemnizar a cuatro millones de palestinos en la diáspora.

Intentan retornar al terruño ancestral para compartir la vivencia con los amados, pero el Estado sionista niega ese derecho elemental, una barrera que tendrá que eliminarse, idéntico al infamante muro, entendiendo que la solución para el avenimiento entre los hombres no lo resuelve un muro material, sino derruir los muros sicológicos que dificultan los acercamientos, la reacionalidad y la sensatez.

Ningún muro en la historia ha resuelto nunca nada ni ha constituido valladar que impida los miedos que accionaron sus construcciones, porque todos son burlados por arriba con pérgigas, por abajo con túneles o a su final, porque en el Cibao reza una sentencia que proclama que «Es imposible ponerle puerta al campo, porque siempre habrá más campo».

Empero, la primera vez que un presidente norteamericano en funciones visita Cisjordania, permite el pábulo y el paréntesis esperanzador de que el presidente Bush Jr. ¡por fin! procederá correcto en materia de relaciones internacionales, que ha dañado y chamuscado como ningún otro colega suyo, con Rusia, China, Siria, Argentina, México, Cuba, Venezuela, Corea del Norte, Irán, Iraq, Afganistán. ¿Se quiere más?

El presidente Bush jr. no acudió al Cercano Oriente sólo a sellar la paz definitiva entre palestinos y judíos como primicia fundamental, sino que usó el diferendo para catapultar su propósito ulterior de agenciar el espaldarazo de los Emiratos del Golfo Kuwait y Bahrein, así como Arabia Saudita, su más firme aliado árabe de siempre en el Cercano Oriente, para intentar el visto bueno y fulminar el régimen iraní que preside Mahmud Amadineyah, propósito que de obtenerlo, los países amanuenses construirían con sus manos la soga para el dogal contra ellos mismos y en que la famosa sentencia árabe de que «el enemigo de mi enemigo es mi amigo», en esta ocasión no pudiera cumplirse del todo.

En referencia a todo lo que Bush jr. concertaría hacia la paz armoniosa y respetuosa entre las partes en conflicto, que transita ya 60 años en la época moderna, resulta asaz suspicaz la expresión del Consejero de Seguridad de Bush jr. el señor Stephen Hadley cuando se decantó:

«El pacto delimitaría los términos de un futuro Estado palestino y no significaría necesariamente su creación en esa fecha», es decir, antes del traspaso de mando del presidente Bush en enero 20-09.

Es la reiteración de la dualidad que ha sido proverbial en el gobernante más aciago que ha padecido los Estados Unidos, con el fardo de percances negativos que la sociedad norteamericana no merece y que proyecta suspicacias y nubarrones proyectados hacia los verdaderos propósitos ulteriores de Bush jr. para concretizar la paz definitiva en Levante, un anhelo carísimo de la humanidad.

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