Búsqueda de la armonía

Búsqueda de la armonía

La contemplación del encadenamiento de los doce colores del círculo cromático provoca una sensación de armonía, como si se comunicaran entre ellos por medio de algún lenguaje secreto. Producen una sensación de alegría dinámica.

¿Por qué no utilizamos un poco de esta alegría cromática para iluminar nuestros hogares y grisáceas calles, cuyos matices dominantes expresan inconscientemente un cierto miedo y apocamiento a la hora de vivir? ¿Por qué el hombre rechaza el color hasta el punto de encerrarse en la morosa neutralidad?

Los colores tienen propiedades que hay que saber utilizar. Los cálidos estimulan, los fríos tranquilizan. Según nuestro estado de ánimo o nuestra necesidad de estímulos hacemos uso de los colores.

En una mesa de bufé diversificamos diariamente los menús, respondiendo así a una exigencia interior del organismo. Este principio que nos guía en la elección de nuestros alimentos debe aplicarse igualmente a la hora de seleccionar los colores que nos rodean en el hogar y que nos condicionan.

Los colores pueden considerarse como alimentos de una naturaleza más sutil. También hay que dejarse guiar por nuestro instinto que, en función de nuestro estado, “sabe” de qué colores debemos rodearnos.

[b]La profusión de los colores generan el gris[/b]

Multitud de experimentos llevados a cabo en todo el mundo demuestran que no es la visualización de un color lo que nos proporciona determinado estado, sino la vibración del mismo. Conforme a cómo los colores inciden en nuestros estados de ánimo, deberíamos tener presente, en cada ocasión, que siempre hay un color que nos acompaña y éste puede aportar grandes dosis de armonía a nuestra vida.

En todo momento, los colores nos reclaman, nos envuelven. Del mismo modo que nos hemos acostumbrado a la superabundancia de ruidos, hemos acabado por no percibir los colores. Se anulan por profusión, ya que su combinación tiende hacia el gris. Y, sin embargo, nos condicionan sin que nos demos cuenta.

Los colores que llevamos no son fruto del azar. La evidencia de una jerarquía pensamiento/vibración función/órgano conlleva la aspiración ideal de retorno a la armonía entre el hombre y las leyes naturales. Hay que encontrar un equilibrio.

El maravilloso carácter de unicidad de cada ser y la ley de los ritmos incitan al rechazo de las fórmulas comodín en la elección de los colores. Sin embargo, hay que precisar si se escoge un color por él mismo o por la imagen que se desea dar, siendo el ideal la concordancia entre ambas opciones.

[b]Terapia de los colores[/b]

Los orígenes de este tipo de terapia se hallan tanto en la América precolombina como en Persia, donde se practicaba el culto a la luz, conocido con el nombre de Ahura Mazda; también en Egipto, en la China imperial, en India y en el Tibet, con la medicina ayurvédica.

En Egipto, en tiempo de Heliópolis –templo de la luz dedicado al Sol , los sacerdotes curaban con la ayuda de piedras preciosas utilizadas como lentes que filtraban la luz solar. En China, donde se ha elaborado la medicina energética basada en los ciclos y la teoría de los cinco elementos, la observación del color de la piel de los pacientes servía de base para realizar diagnósticos. El antiguo rey Salomón, cuya existencia aparece reflejada en las Escrituras del Antiguo Testamento, también conocía el secreto de los colores.

Las civilizaciones han recurrido desde siempre a los colores, tanto en los rituales como a la hora de trabajar su medio ambiente. Los trajes sacerdotales utilizan su aspecto mágico según los efectos que se considera que generan. Las vidrieras de las catedrales, por las vibraciones de los colores que transmiten, desligan a los creyentes de sus preocupaciones ordinarias con el fin de conducirlos hacia pensamientos más elevados.

[b]Dimensiones del color[/b]

Los colores pueden ser brillantes, atenuados, oscuros, claros, cálidos o fríos.

Colores claros: al aplicarlo en paredes crean espacios brillantes, luminosos y más amplios.

Este color no compite con los colores de los muebles.

Colores oscuros: absorben luz y hacen que una habitación parezca más íntima y pequeña.

Se pueden utilizar para disimular defectos en las paredes. Destacan el mobiliario en colores claros.

Colores cálidos: van desde los amarillos, rojos y anaranjados intensos hasta los salmones y cafés más sutiles. En climas fríos, hacen parecer más acogedoras las habitaciones.

Colores fríos: los azules, verdes lavanda y grises hacen que los espacios pequeños se sientan menos encerrados. Recomendados para comedores y vestidores.

Colores brillantes: tienen alta saturación de pigmento. Indicados para espacios de gran actividad, informales y en cuartos con poca luz natural.

Colores atenuados: Están mezclados con blanco o negro. Son tranquilizantes. Se utilizan para lugares de descanso.

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