“Juzgar no es un atributo de Dios”.
Un curso de Milagros
Las relaciones no nos liberan del dolor. Lo único que nos redime del dolor es sanar aquello que nos lo causa. Siempre atraemos el tipo de relación que es homóloga vibracional del nivel de frecuencia que emiten nuestros pensamientos y sentimientos.
Mientras vivimos un momento doloroso, reconocer que estamos viviendo nuestra propia creación puede ser muy arduo. Casi siempre, el movimiento va hacia al otro, ¡es más fácil!. El ego mira el amor como un peligro. Confiar, entregarse y asentir a los demás le genera dolor. El ego cree que el amor nos debilita.
Ver en los demás al enemigo, nos permite defendernos o atacar. Un curso de milagros (UCDM) dice que cada vez que pensamos en atacar a alguien, es como si estuviéramos sosteniendo una espada sobre la cabeza. Sin embargo, la espada no cae sobre la persona sino sobre nosotros mismos. El juicio es una de las maneras más tenues de ataque que utilizamos.
Luego de muchos años tratando los conflictos en las relaciones, estoy convencida que si tus ojos no han mirado antes al Gran Misterio, no puedes ver realmente nada. Si enjuicias no puedes amar. De este modo, generas experiencias difíciles que reafirman la creencia del ego de que amar duele. En el momento en que reconoces que un patrón doloroso se ha activado, o bien puedes bloquearte y comportarte según tus antiguas pautas, o amarte y crear una nueva.
En cada momento, estás haciendo lo mejor para ti, ¡y los demás también! Creer que hay algo que debes cambiar para ser digno de amor, es un maltrato que te autoinfliges. Cuando crees que el otro debe cambiar, entonces te conviertes en su perpetrador.
Rechazar a alguien por el simple hecho de que su condición de ser humano le ha permitido equivocarse, se ha convertido en una especie de neurosis colectiva. Trabajar para “tener” relaciones sanas no sirve de nada si no te “preparas” para recibirla. Para mi, renunciar a los juicios es un paso fundamental del proceso.
Como personas, nadie está jamás “terminado”. Las personas con quienes estableces relaciones son tan humanas como tú mismo. Sin importar donde te encuentres, la cima de una montaña es siempre la base de otra, y aún si encuentras a alguien cuando te sientes “en la cumbre”, lo natural es que muy pronto pases por alguna circunstancia que te confronte para seguir creciendo.
Al ego no le gustan las personas a quienes les “pasan cosas”. Estar en dificultades no es atractivo. La razón descansa en el modelo o plantilla que tienes del amor. Como expresiones de la Fuente, todos somos perfectos exactamente como somos en este momento; con miedos, carencias, frustraciones, resentimientos, desesperaciones, adicciones, etc.
El fundador del sijismo Gurú Nanak dijo: “Que la sabiduría sea tu soporte, que la compasión sea tu guía y, sobre todo, escucha la música divina que late en cada corazón”. Todo pensamiento que tenemos se refiere siempre a nosotros mismos, de manera que al condenar a otra persona nos auto-condenamos, al rechazarla nos rechazamos a nosotros mismos.
He visto como aquellos que transitan el camino espiritual suelen ser maltratados. La gente espera que no cometan errores, que nada vaya mal con ellos. Esa exigencia que hacen los demás (y muchas veces ellos mismos) hace muy difícil la transformación, ya que a fin de mantener la confianza que creen deben generar, caen en la seducción de falsear, esconder o maquillar la verdad que viven.
Cuando alguien se comporta sin amor, gritando mintiendo, robando o traicionando, es porque ha perdido el contacto con su propia esencia, ha olvidado quién es. UCDM dice que todo lo que alguien hace, es o bien amor o una petición de amor. Quien tiene el valor para decirse la verdad a sí mismo, logra “que lo que es” en ese momento, brille tan fuertemente que los demás consiguen captar la belleza de la autenticidad que experimentan, incluso si no dicen nada.
UCDM nos recuerda que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, y no al revés. En cuanto extensiones suyas, también nosotros somos el espíritu de la compasión, y en nuestro sano juicio no juzgamos sino curamos nuestros pensamientos y sentimientos no-amorosos.
Juzgar cualquier cosa nos impide aprender todo lo que necesitamos saber sobre eso. Juzgar a los demás es una forma de criticarnos por no ser “suficientes”. Lo que enjuiciamos es justamente la lección que necesitamos para sanar nuestras heridas. Cuando nos enganchamos en el juicio a cualquier cosa o persona, agregamos una dolorosa carga a este aprendizaje.
Al juzgar la energía queda atorada. Creamos un bloqueo energético que detiene todo movimiento. Nos condenamos a no ir más allá del punto del juicio. Parar los juicios requiere cierto grado de humildad. Todos somos iguales ante los ojos de la vida. No hay bueno o malo, correcto o incorrecto, mejor o peor.
El Universo no nos juzga de ninguna manera. Todo lo que nos ocurre es para crecer y sanar. Para la vida toda la creación es perfecta y como el Universo está al servicio de la vida, siempre nos va a ver perfectos. No hay excepciones. La clave para lograr ver amorosamente lo que nos ocurre es:
Compromiso.
Entendimiento.
Sanación.
Acción.
Comprométete a ver lo ocurrido desde el amor.
Entiende que mirar el error en ti (o en los demás) es reducir a Dios al tamaño en que te percibes.
Sánate permitiendo que el amor de Dios en ti te conecte con la belleza.
Actúa desde el lugar de esplendor de tu propósito.
UCDM dice: “Las relaciones son tareas que tenemos que realizar. Forman parte de un vasto plan para nuestra iluminación”. La iluminación es nuestro destino. Puedes retrasar la llegada, hacerla difícil o miserable pero no puedes evitar retornar al estado de perfección, tu origen en el amor. Asi que, cura tu mente y sigue avanzando, que es igual a decir C.E.S.A los juicios y sigue amando.