Caamaño: un fantasma esperado y temido

Caamaño: un fantasma esperado y temido

HAMLET HERMANN
Narra el coronel®  Brian J. Bosch en su libro “Balaguer y los Militares Dominicanos” que para la jefatura militar del gobierno, el asunto Caamaño era el problema más serio.

La posibilidad de un resurgimiento del líder de la lucha contra la intervención estadounidense a República Dominicana en 1965, especialmente si fuera al frente de un grupo armado, era calificada como la mayor amenaza para los intereses de las instituciones militares.

Debido a esta gran preocupación, los asesores militares estadounidenses del MAAG se dieron a la tarea de formar dos agrupaciones militares con fuerza de Batallón ubicados fuera de la capital dominicana. Trataban así de romper la formación “constabulary”[1] que desde los tiempos de la ocupación militar de Estados Unidos entre 1916 y 1924 se había establecido en República Dominicana.

A finales de 1972, el Noveno Batallón fue estacionado en la población de Mao, en el Noroeste dominicano, con capacidad de fuego y de maniobra que podía ser utilizada contra cualquier objetivo en el área de operaciones de la Segunda Brigada. El otro batallón, el Sexto de Cazadores, fue instalado en Constanza a partir del 5 de diciembre de 1972.

El autor de la obra señala que el comandante de ese batallón fue designado tras una sugerencia del MAAG. Este sería el mayor Carlos Castillo Pimentel. Incluso las insignias fueron diseñadas por el teniente coronel Edward Kelly, quien había tenido experiencias en la 101ª División Aerotransportada y en los Boinas Verdes de EEUU. De ahí que no debía sorprender que las insignias del Sexto Batallón de Cazadores fueran sumamente parecidas a las de esas instituciones militares estadounidenses en las que este asesor había servido.

Sin embargo, el hecho de que el MAAG se dedicara directamente a la formación de estos batallones provocó una ruptura de la cadena de mando del Ejército Nacional. En ocasiones, el Comandante del Sexto Batallón no obedecería al general Comandante de la Segunda Brigada estacionado en Santiago. Todo debía ser aprobado en la capital antes de que ese oficial se decidiera a obedecer. Peor aún, Castillo Pimentel llevó su relativa autonomía demasiado lejos al ignorar las jerarquías durante las operaciones contra la guerrilla de Caamaño. Fue entonces cuando lo relevaron de sus funciones aunque, oficiosamente,  permaneció en el área de operaciones.

Balaguer y Cuba.  Llamó la atención de los asesores militares de Estados Unidos que el 24 de abril de 1973 el presidente Balaguer dejó claramente establecida su posición en relación con el gobierno revolucionario de Cuba. Esto tuvo lugar al responder a la pregunta hecha sobre ese tema por un miembro del Colegio Nacional de Guerra de Estados Unidos que visitaba el país. El Presidente explicó al visitante que no había evidencia firme de que el gobierno de Fidel Castro estaba detrás de la invasión de Caamaño. Hasta el momento las autoridades sólo habían encontrado vinculación con Cuba en una pomada inofensiva que estaba en una de las maletas dejadas en el Black Jack. Esta decía MINSAP en la etiqueta, acrónimo correspondiente al Ministerio de Salud Pública de Cuba. Por tal razón, la Organización de Estados Americanos no debía ser informada. Esta conversación aparece en la comunicación de la embajada de Estados Unidos en Santo Domingo remitida a Washington el 26 de abril de 1973.

Debilidades de las FFAA

Hasta donde el autor del libro conoce, la única crítica puramente militar de la operación contraguerrillera dominicana en 1973 fue el informe escrito por él en calidad de Agregado Militar de la Embajada estadounidense. Este fue titulado “Operación de Contrainsurgencia de las Fuerzas Rurales y Urbanas Dominicanas; Una Opinión Militar”. El análisis de esa operación sacó a la superficie algunos fallos que podrían significar grandes problemas para el país si tuviera que enfrentar una amenaza más grave que la de 1973. El coronel®  Bosch fijó en cinco las críticas fundamentales en torno a la actuación de las Fuerzas Armadas dominicanas. Estas eran:

1-     La deficiencia de la organización militar en todo el país, ya que el Secretario de las Fuerzas Armadas cedió parte de su autoridad al Jefe del Ejército Nacional;

2-     La organización de la contrainsurgencia de 1973 fue uno de los peores ejemplos de profesionalismo militar;

3-     Las operaciones de inteligencia en el área rural fueron pésimas, ya que no contaba con un sistema de recolección de información;

4-     Debilidad de la logística militar en las operaciones; y

5-     La capacidad de movilidad aérea fue totalmente inadecuada.

[1] Constabulary, forma de organización de los ejércitos para desempeñar funciones de policía política. EEUU practicaba ese estilo en la primera mitad del siglo 20, luego de las ocupaciones militares, tal como ocurrió en Filipinas, Nicaragua, Alemania y República Dominicana, entre otros.

Juan Bosch va a la clandestinidad

  El día 7 de febrero la mayoría los dominicanos ya sabía que Bosch estaba escondido tratando de evadir la persecución de los cuerpos de seguridad de Balaguer. El autor del libro recoge opiniones diversas para concluir que el gobierno siempre supo dónde se encontraba escondido el líder político pero no estaba interesado en capturarlo. Más bien aquella acción estaba orientada a hostigar a Bosch y lesionar su imagen ante la ciudadanía al presentarlo como un hombre que no enfrentaba las situaciones de crisis.

 El coronel® Brian J. Bosch describe cómo el 8 de febrero de 1973 la embajada de Estados Unidos recibió una carta suscrita por Juan Bosch, enviada a través de intermediarios. En ella le explicaba al embajador Francis Melloy su posición política del momento. Informaba que la guerrilla de Caamaño había realmente desembarcado por la bahía de Ocoa el día 2 de febrero y que solamente uno de los guerrilleros había llegado hasta la capital, no dos como informó el presidente Balaguer. Bosch sostuvo en su carta al embajador que había obtenido esa información el día 3 de febrero, un día antes de lo supieran las Fuerzas Armadas dominicanas.

Expresó en esa comunicación que él y el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) no estaban involucrados con la expedición de Caamaño. El autor del libro no explica razón alguna por la que Juan Bosch informaba a la embajada estadounidense sobre asuntos tan delicados mientras la guerrilla trataba de sobrevivir.

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