Cabrera Infante: jazzómano & cinéfilo nacido en Gibara, rodeado de niebla en Londres, desea saber “De dónde son los cantantes”

Cabrera Infante: jazzómano & cinéfilo nacido en Gibara, rodeado de niebla en Londres, desea saber “De dónde son los cantantes”

POR CARLOS FRANCISCO ELÍAS
Qué más da el Big Gonk o el Ben, la plus que lent, el humor ácido para sobrevivir a su propia historia, derecho para negarla de sobra, inteligencia sobrada para discurrir sobre la insularidad y sus meandros: escritor de culto donde los hay, no colocado en la cúspide justa de su agudeza y brillantez, que su ego de aguja fina no necesitaba para nada.

El drama parental, la militancia de los tuétanos, la caricatura de la vida, la doble conciencia del hambre su aspecto sinfónico y estomacal, asumido como una burla del tiempo a superar, qué más da, superado con talento y arrojo, cuando la historia no es tu historia y construyes la tuya, qué más da, si al fin y al cabo difícil sería que como los barcos se quedan surtos en los puertos con las amarras viejas, difícil sería, dicho sea, que la otra isla no se quedara amarrada a la recia mirada de hombre no regresado, de párpado contenido, qué más da.

Que más da, nacer en Gibara, Oriente en 1929, y morir en Londres entre niebla y lejanías inconfesables, para algún día volver, porque alguna vez él mismo lo escribió: que lo que es de Gibara, a Gibara vuelve, si él no lo escribió, yo lo acabo de escribir.

Pero demasiado agudeza no ocultaba tanto desgarramiento, offenbach descubierto músico y luego gato y Miriam Gómez, novia de eternidad sublime, narrada siempre como un personaje en una galaxia próxima y con nombre propio, alter ego vivo con ropa de mujer, su mujer en efecto, amada y observada, ritualidad de dos en el silencio de las ciudades, niebla sobre niebla, sonata sobre sonata y detrás del melónamo y del connoisseur, la pasión por el sonido de una trompeta china de carnaval oriental, que entre recuerdos y las famosas piernas de la china en su viajes a Bruja, hacen de Cabrera Infante, la mejor negacion de un infante de marines corps.

Qué más da nacer en Gibara, en la dulce pobreza que la ficción creadora domaría como un elemento más de su obra militante solo en el sarcasmo, la sátira, lo bufo, lo perpetuo, lo soñado, lo querido que se convertiría en la lejanía de explosiones interiores, en un laberinto de nostalgia made in literatura, territorio en la que su inteligencia le mostró el largo sendero de un cosmopolitismo vivido en la plena insularidad, hacia dentro de la conciencia, alentando en la ficción todos los sueños del sueño, inventando planetas lúdicos que solo la literatura, la música y el cine bien podrían alimentar.

Esa trilogía inseparable revive a más de un muerto, y sepulta a más de un vivo…

Cuando la pulsión es más reveladora que la mediocridad circundante, cuando ella misma protege y señala en silencio las zonas en la que todo lo que se piensa está a salvo, cuando los mundos interiores no preguntan, solo provocan luz y fuga (las de Bach se las sabía de memoria y le fascinaba el viejo patriarca de Turingia, hacedor de clavicordio bien temperados mientras el vientre de Ana-Magdalena, una vez más, al sol se reventaba de gozo y de órgano, nunca mejor tocado), cuando todo eso se conoce temprano, en la rebeldía de la cara de indio yaqui que vino de Gibara al oculista, mexicano de rostro y mirada sin ser mexicano, lo que queda es un surrealismo de vida que solo la literatura y el cine pueden curar, pero eso nunca, pero nunca se cura.

El límite del juego será la palabra, Cabrera Infante nunca pretendió la perfección del oficio de escribir, en cambio debemos acusarlo de gran player, gran jugador a palabras que suenan música, gran jugador a las palabras que deben tener su música debajo de su propia barra, su música nacida en competencia entre vocales y consonantes, asonantes perfectas y saltarinas; era un juego de escudos, aliteraciones y manías, ad infinitum, porque cada letra era una partitura, tanto era la melomanía, que las palabras no tenían derecho a no venir con su propio atril y su silla de concierto.

Al filo de su pensamiento linguístico el juego fue extremo y vivaz, tan extremo que nadie podía suponer que Tres Tristes Tigres (premio novela Biblioteca Breve, Seix Barral 1964) sería capaz de convertir un libro en un disco tocado con aguja de las antiguas, porque la música entre las palabras se cuela como el agua libre entre las piedras con agujeros en los ríos, porque la música se apropia del libro, lo secuestra y aquella Habana dibujada en el 1958, se hace carne, papel y música en la letra de Cabrera Infante.

Nadie podría declararse ignorante de saber que cuando se toma esa novela en las manos, el libro canta solo, página por página hay un culto a la melomanía tan grande que Pierre Goldman, un simpático judío polaco, siempre recordado y querido, escribiría su libro Souvenir Obscure d’ Juif polanais né en France (recuerdo obscuro de un judío polaco, nacido en Francia) inspirado en esta novela, la obra de Goldman, melómano empedernido también relata historias biográficas de su relacion con Francia como judío, pero al mismo tiempo está adornada de música de Benny Moré.

Qué más da, conocer hasta el desaliento la constancia de los años duros, la mano dura de los poderes de turno, lo implacable del pensamiento unigénito, la rabia del tiempo y la distancia, la memoria lúcida de esa historia que no se deja morir, qué más da Gibara a Brujas, de bruma a bruma, de ensoñaciones no confesadas de viajes tardíos de lujurias bien vividas y mejor narradas mientras la filosofía del mundo exterior inventaba un discurso pueril que la inteligencia menos cultivada detectaba con tino y detalles…

Siempre me había preguntado, cada vez que en algún momento me recordaba de algún pasaje de La Habana para un infante difunto (olores de Ravel y su Pavana, evidente) o de su excelente Vista del Amanecer en el Trópico, libro de cuento con igual vocación de experimentación linguística, si el impacto del cine como costumbre inevitable, fiebre, furor, sardina, cine, podría hacer más fértil la imaginación fecunda de un ya fecundo imaginador, se podría cavilar mucho para llegar a una conclusión, pero pocos escritores de su generación vivieron el cine con más pasión, pero ahora cuando escribo confieso yo mismo que de su trilogía Musica & Cine & Literatura, no sabría cuál elegir, no quisiera condenarme a semejante tortura, tampoco con sobriedad podría elegir, porque en el fondo, lo sé bien, en cada una de ella disfruto y adivino, la literatura se convierte en un verdadero juego de acierto, nunca un escritor de nuestro continente fue menos aburrido y más cómplice, poderosamente existencial, en la mayoría de sus proposiciones ficcionales, musicales, cinéfilas o ensayísticas.

Con Cabrera Infante, qué más da, la invitación está siempre abierta para que vayamos en un avión sin saber hacia dónde, gozando nubes y puestas de sol al fondo, horizontes bravíos, viaje a lo Ulises, pletórico de encuentros, entre pasadizos y combinas especialmente en la raya clara de la vitalidad: un confesado, decido, amor a la vida…

Si bien en muchos personajes el perfil de la evocación y el recuerdo martilla la angustia de la distancia, Cabrera Infante vivió entre la insularidad inglesa y la cubana, a veces exorcizando nostalgias, nadie podrá negarle una vitalidad extrema y unas ganas de estar por encima de la imbecilidad cotidiana, lograda y sensitiva, astuto, clarividente, de mirada penetrante, su mundo estaba más allá del pesimismo fácil o filosófico.

Entonces, qué más da, si finalmente “de dónde son los cantantes” es la frase universal, santo y seña de aquel lugar, largo entre viejos cactus y ojos futuros, limo verde con cabeza planetaria de martillo jazzómano, cinéfilo, literato insigne, qué más da si justamente todos los cantantes son de donde tú vas, que más da si te recibe King Kong, Godzilla, Tarzán o Gungadin, Rita Haywhorth o aquellas piernas anónimas del solar, qué más da si justamente, todos,como tú están en la Arcadia toda la eternidad, qué más da, qué más da.

SU VIDA EN POCAS PALABRAS

Cubano, 1929

– Nació en Gibara,  provincia de Oriente,  pero se trasladó a La Habana en 1941.

Comenzó estudios de  medicina,  pero abandonó la carrera y comenzó  a trabajar  como redactor en la  revista Bohemia. Durante ese período trabajó también escribiendo críticas  cinematográficas,  donde debió  utilizar un seudónimo (G. Caín) luego de  que Fulgencio  Batista  lo encarcelara  por  una crítica obscena. En 1951 fundó la Cinemateca de Cuba y comenzó a  escribir  sobre cine  en la revista Carteles, de  la que luego  fue redactor jefe.

– El  triunfo de la Revolución Cubana lo llevó a  dirigir el Concejo Nacional  de  Cuba y a dirigir la  publicación  Revolución.  En 1962  viajó como agregado cultural  en Bruselas, pero luego rompió  relaciones  con el gobierno de Fidel Castro y se instaló definitivamente en Londres, donde mantuvo una posición  crítica al  régimen castrista.

– Su primer libro  publicado  fue Así en  la  paz  como en la guerra  (1960),  pero alcanzó  su mayor reconocimiento  con  Tres tristes  tigres (1967), novela  ganadora  del  Premio Biblioteca  Breve,  y La Habana para  un infante  difunto (1979). En ambas obras  se  evidencia la  presencia  de la  ciudad,  evocada  desde  el pasado  y la  distancia.

– Además  de sus  trabajos como  crítico  y guionista de cine,  publicó también el libro de cuentos Vista del amanecer  en  el trópico (1974),  O (1975), de  carácter  experimental  y  los ensayos  Exorcismos de esti(l)o (1976),  Arcadia  todas las noches (1978),  Mea  Cuba (1993),  Delito por bailar chachachá (1995), Ella cantaba boleros (1996) y Vidas para  leerlas (1998), además de un texto  en  inglés, Holy Smoke  (1985) y El libro de las  ciudades  (1999), donde oficia de  guía turístico e  historiador  de distintas ciudades del  mundo.

En 1997 se le concedió el  Premio Cervantes.

Cabrera Infante muere en Londres el 22 de febrero del 2005, nunca mejor convencido de que de cine, no se muere nadie.

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