Cactus y diablitos conviven con el niño Jesús en muestra de belenes mexicanos   

Cactus y diablitos conviven con el niño Jesús en muestra de belenes mexicanos   

Manuela Astasio Valero   México, (EFE).- La figura de un diablito observa al niño Jesús desde lo alto del pesebre en una exposición que reúne nacimientos de diversas regiones mexicanas, que tomaron esta tradición católica como un estandarte más de su mestizaje.  

Cactus, sombreros charros y, sobre todo, toneladas de color inundan las distintas visiones del portal de Belén plasmadas por los creadores mexicanos que participan en ‘Nacimientos mexicanos’, alojada en el capitalino Museo Nacional de Culturas Populares.  

La de los diablitos, por ejemplo, es una creación típica de la población michoacana de Ocumicho, que, como tantas de Oaxaca, Guanajuato, Jalisco y otros lugares de México, también encontró su hueco en el pesebre.  

“Hechos sociales como la migración han ido transformando esta tradición”, indicó a Efe el director del museo, Rodolfo Rodríguez Castañeda, quien añadió que la costumbre de poner el belén convive sin ningún problema en los hogares mexicanos con los abetos navideños y los trajes rojos de Santa Claus.  

“Incluso en el árbol se ponen elementos tradicionales como la piñata. Estas tradiciones no están peleadas, pasa como con el día de Muertos y Halloween- hay sincretismo”, explicó.  

Dicho sincretismo ya existe dentro de los propios belenes, que convierten al niño, a María y a José en alebrijes, coloridas esculturas de cartón y madera (Oaxaca), o los reubican en un típico árbol de la vida, una figura de la tradición pagana de Puebla que distribuye flores, animales y otros símbolos a lo largo del tronco y las raíces de un árbol para explicar el origen de la humanidad.  

En otro de los belenes expuestos, los cactus rodean al pesebre y varios jinetes charros ataviados con sus característicos trajes y sombreros, se acercan, junto a los Reyes Magos, para adorar al niño.  

“Cada región hace sus interpretaciones”, comentó el director del museo, que citó ejemplos como los nacimientos michoacanos que escenifican leyendas prehispánicas u otras versiones que insertan el pesebre en parajes de la cultura totonaca como las pirámides de El Tajín (Veracruz).  

“Son siglos de historia, y es una tradición que sigue viva, vivísima, de hecho”, agregó el responsable del Museo Nacional de Culturas Populares.  

Y garantizan la supervivencia del nacimiento mexicano las múltiples celebraciones que existen en torno a él, como lo son su propio montaje, que se debe hacer en familia el día de Nochebuena, la costumbre de vestir al niño, las piñatas y las posadas.   Éstas últimas son recreaciones del momento en el que la Virgen y José solicitaban asilo de puerta en puerta para poder dar a luz al niño.  

Las paredes de la sala que acoge la muestra están decoradas con los versos que, en familia o grupos de amigos, se entonan en esta fiesta- ‘En nombre del cielo os pido posada, pues no puede andar mi esposa amada’.  

Así hasta el dos de febrero, día de la Candelaria, en el que, según la tradición mexicana, se viste al niño Jesús con todo lujo de detalles para celebrar que ya terminaron sus 41 días de reposo, y se comen tamales (guiso de carne, vegetales y chile envuelto en hojas de maíz o de plátano).  

Paga el banquete el que se encontrase la figurita de Jesús en el roscón que se suele comer el día de Reyes, 6 de enero.  

 Como todas estas tradiciones, los nacimientos llegaron a México de la mano de los primeros intentos de evangelización de los colonos españoles, y, con el tiempo, aprendieron a convivir, y no a pelear, con los rituales paganos indígenas de cada región.  

Los belenes mexicanos, reconoció Rodríguez Castañeda, “dan para mucho”, incluso para inaugurar cada año una nueva exposición que, como ésta, ejerza de recorrido por la diversidad y la riqueza cultural mexicana.

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