Cada cosa en su lugar

<p>Cada cosa en su lugar</p>

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
Parece como si en la naturaleza humana pudieran desplazarse sentimientos y costumbres, lealtades y deseos al amparo de fuerzas sociales, políticas, económicas o de cualquier índole, que actúan con la constancia de la gota de agua hasta que logran sus deseos, por encima de cualquier otra consideración.

No olvidemos que aunque se represen los ríos, aunque se agoten, mejor temprano que tarde sus aguas volverán a correr cuando se rompan las nubes en lluvias continuas, de las que parecen inacabables, de esas que obligan a que recordemos el grito infantil: San Isidro el Labrador, quita el agua y pon el sol. Y las lluvias siguen, como si los gritos y ruegos no fueran escuchados. De ese mismo modo actúan los pueblos.

Las costumbres, las tradiciones, los quehaceres temporales relacionados con el cambio de estaciones, las fases de la luna, la aparición de aves extrañas al medio, cambios de conducta en los animales domésticos, seguirán ocurriendo aunque haya leyes y decretos que contradigan la naturaleza en un fútil intento de cambiar lo que ya está establecido.

La historia ocurrió de una manera y nada ni nadie cambiarán las motivaciones, decisiones, fechas, hechos, protagonistas. Alguien podrá hacer un análisis que le permita ver una nueva arista de una batalla, de un acontecimiento, de una actitud personal o colectiva, pero nunca se podrá cambiar la realidad, salvo que no se escriba la historia como comedia.

Desde siempre, el carnaval dominicano se ha celebrado en dos fechas. La primera en torno a la fecha de la Independencia Nacional, 27 de febrero de 1844, y la segunda para celebrar la Restauración de la República en 1865.

En un ejercicio de irrespeto a la tradición patriótica nacional, sectores de la iglesia Católica se empeñan en cambiar la fecha del carnaval de la Independencia, en un esfuerzo digno de mejores causas.

Ante los ojos de todos, se empeñan en desconocer la historia nacional como si se tratara de la absolución de pecados a tanto bandido a quien sus robos y asesinatos debía ser una causa de condena. Basta con tener tres pesos para que se olviden gravísimos pecados contra la Patria y contra los hombres.

La Secretaría de Trabajo publicó un aviso el jueves último en el cual se ve cómo una ley de 1997 desconoció la historia nacional y se dejó quebrar el pulso de esos sectores católicos que olvidan que Jesús fue quien sentenció: dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

La celebración de todos los grandes días de la Patria será cambiada de fecha mientras que los días de fiestas religiosas se mantienen, contra viento y marea.

Confieso que nunca había visto el conjunto de los días feriados de manera tan clara como en la publicación de la Secretaría de Trabajo.

Y reitero algo que he dicho por radio y televisión: no se debe cambiar la tradición de los carnavales del 27 de  febrero y del 16 de agosto. Y, además, la celebración de esos días no debe admitir cambios.

¿Acaso alguien dijo que no crearan la República el 27 de febrero de 1844, porque venía la Semana Santa? Esa ley debe ser modificada para que se respeten las grandes gestas de la Patria.

Pongamos como rezaba el letrero colocado en el frontispicio de la escuela de Artes Manuales, de Barahona, que dirigía el maestro Carlos Lassis “cada cosa en su lugar”.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas