Tú eres mi protector, mi lugar de refugio, mi libertador, mi Dios, la roca que me protege, mi escudo, el poder que me salva, mi más alto escondite. Salmos 18: 2.
Cada día se nos presentan retos que tenemos que enfrentar, pero sin Dios sería imposible hacerlo, porque Él nos da seguridad, confianza, fuerza, valentía, coraje para sostenernos y seguir adelante. Por eso, es necesario saber quién es y lo que Él representa para nuestra vida. No es decir de labios sino creerlo de corazón, porque de nada nos vale decir “Él es grande, poderoso”, pero en los momentos difíciles no Lo vemos grande ni poderoso.
Tampoco es cómo lo ven los demás sino cómo lo vemos nosotros; no es cómo se Le ha manifestado a otros, sino cómo Él se nos ha manifestado. Porque estas experiencias vividas fortalecerán nuestro espíritu, y podrá pasar lo que sea, pero nada nos preocupará. Porque Él es y será nuestro Libertador, escudo… y nuestro más alto escondite.
Esto deja claro que la valentía, la fuerza, el coraje de David eran producto de lo que significaba Dios para su vida, lo cual lo hacía fuerte y poderoso. Porque sabía que Él no se apartaría ni lo dejaría solo, sino que lo defendería de sus enemigos porque era su Protector.