Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Génesis 2: 15.
Dios ama la familia, y estableció un modelo desde el principio de la creación, poniendo al hombre como responsable del Edén; de cuidarlo, trabajarlo, protegerlo. Es decir, la carga estaba sobre Adán y no sobre Eva; por eso la advertencia de no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal la dio al hombre. Pero las cosas han cambiado, y hoy en día podemos ver que este diseño ha desaparecido de muchos hogares, donde la mujer ha tenido que asumir esta responsabilidad ante la indiferencia de su esposo de no tomar la posición que Dios le otorgó cuando fue creado.
Cada hogar representa un Edén. En el hebreo Edén significa deleite. Es un lugar de paz, armonía, gozo; pero al hombre renegar de sus obligaciones ha destruido su Edén y lo ha convertido en un lugar de pleitos, inconformidad y pecado por no querer asumir el llamado para ser el sacerdote. Cuando esto no se cumple hay una distorsión en el mundo espiritual que incide directamente en lo natural.
Por esta razón, vemos tantos hogares destruyéndose; hogares que podían estar disfrutando de las bendiciones de Dios están en crisis, sumergidos en la desesperación, por no disponer su corazón al cambio. Pero a pesar de que el hombre no ha tomado conciencia, la mujer no puede resignarse y debe buscar al Señor con todo su corazón para que intervenga de inmediato y le revele al hombre cuál es su posición.
Clamemos para que el orden de Dios se establezca en nuestro hogar y podamos disfrutar junto a nuestros hijos del Edén que nuestro Padre Celestial nos dio.