Caen los viejos paradigmas

Caen los viejos paradigmas

Estados Unidos parece decidido a romper con viejos paradigmas que han tenido gran influencia en el curso de  su historia. El primer indicio es que en las elecciones de hoy Barack Obama, un candidato de piel oscura, acapara  una abrumadora simpatía, ante John McCain, un contrincante blanco,  héroe de la guerra de Vietnam y abanderado de las acciones estadounidenses en Irak y Afganistán. Una  mezcla de coyunturas y circunstancias que la sociedad estadounidense ha debido encarar en los últimos tiempos han colocado las fichas políticas en esta posición, en abierta riña con  viejos paradigmas.

Las elecciones de hoy coinciden con el inicio de una fuerte recesión económica causada por serias debilidades en el sistema financiero del país. Quien las gane deberá hacerle frente a esa crisis y, si hay oportunidad, modificar algunas de las soluciones de salvataje. Sin embargo, el hito que marcan en la historia política es, probablemente, el aspecto más importante para una sociedad que parece aspirar a cambios profundos. Se trata de unas elecciones que influirán mucho en la suerte de los partidos Demócrata y Republicano, sobre todo en este último por razones obvias. Las estrategias triunfantes y las fallidas serán sin duda materia de análisis profundo. El fenómeno político Obama remueve el tabique que impidió a otros de su raza volar tan alto. Se quiebra un paradigma.

El país no merece tanto mal

Este país está bajo el dominio de unos comerciantes que se resisten a bajar los precios conforme bajan las materias primas, los insumos y los combustibles. Lo mantienen doblegado unos empresarios del transporte a los que no les viene en ganas hacer reajustes en beneficio de los usuarios que han vivido esquilmando permanentemente. Lo asedian tandas de apagones que acaban con la economía comercial y familiar, pero que hay que pagar mensualmente al precio más alto.

Bajo estas condiciones, si baja el trigo no baja la harina y tampoco el pan; si se abaratan los combustibles los pasajes se quedan intactos, y así por el estilo. Todo esto ocurre porque a  los dominicanos los han gobernado desde hace décadas unos políticos que tienen como rasgo común su apego al consenso, pero el consenso entendido como estar contentos con todos, los que violan y los que respetan las leyes. Francamente los dominicanos no merecen tanto mal.

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