Caer en “vamos a decir mentiras”… y a reir

Caer en “vamos a decir mentiras”… y a reir

Sé de un tío de mi esposa que, flaco,  desgarbado y burlón, de vez en cuando, al entrar por el ancho patio a la casa solariega de los Ariza en San Francisco de Macorís, le decía a las sobrinitas: “!Vamo a rí” (vamos a reir) y empezaba por imitar a los pavos,   a los patos, a las gallinas y a cuanto animal se le ocurriese, incluyendo el caminar del solemne  señor de la casa, el licenciado Juan Esteban Ariza.

   Las risas fluían irresistiblemente, hasta que una cercanía del Licenciado, oportunamente advertida, ponía brusco fin a las imitaciones del tío y, por tanto, a las risas de las niñas, a pesar de que según Anatole France  -ese gran personaje de la literatura francesa- en su cuento “La señorita Doucine” dice que “Cuando los niños ríen, alaban al Señor”.

   Es posible en los primeros años, cuando se trata de una risa inocente, espontánea y limpia.

    Esa  que  no es risa de burla, de veneno, de envidia, de daño.                                                     Nietzsche pone en su “Así Habló Zaratustra” que “no se mata con la cólera sino con la risa”.

  Es que la risa es muy compleja. El filósofo francés Henri Bergson, en su ensayo acerca del tema,  nos  dejó ideas muy interesantes. Una de ellas es que:

 “Cuando algún animal o cosa inanimada motivan la risa, es por su parecido con el hombre. Fuera de lo propiamente humano no existe nada cómico”.

   En eso estoy de acuerdo.

Pero en cuanto a la mentira, a la risa o la sonrisa como mentira, recuerdo haber leído que cuando Federico el Grande de Prusia debía poner punto final a sus profundas y gratas conversaciones con filósofos, poetas y artistas  para escuchar a sus altos militares y políticos, al momento de salir del salón, hacía una leve mueca de pesadumbre y solía decir en  francés, que era el más alto idioma: “Soyons donc, fourbes”: Seamos, pues, mentirosos (“fourbe” significa: trapacería, fraude, engaño). Ahí comenzaban las falsedades, las hipocresías de ambas partes. Allí arrancaba la sinvergüencería y el utilitarismo.

  Hoy   el mundo –a mi ver, más que antes, cuando el abuso inhumano contra el débil se podía ver con claridad y no se ocultaba sistemáticamente en burlas y    risas-hoy –insisto- abundan los disfraces como si se tratara de un baile de máscaras o hubiésemos vuelto a los tiempos de aquellos fastuosos carnavales de Venecia.

Los políticos ofrecen maravillas: Todos los problemas los van a solucionar. La justicia social será prioridad número uno. El Sr. Barack Obama, que se alarmaba de la enormidad de la inversión belicista cuando no era Presidente de los Estados Unidos, no ha logrado aminorar las astronómicas sumas que día a día gastan las Fuerzas Armadas norteamericanas con su intervención en Afganistán, en Libia, en toda esa franja petrolífera. Sólo el retiro de los enormes portaviones,  el gasto en misiles, pagados, naturalmente, por el forzado contribuyente, así como el mantenimiento y avituallamiento de tropas en la región, entre otros gastos escalofriantes, alcanzaría para hacer lo que hace falta en territorio de la Unión,   devolviéndole beneficios a los ciudadanos que pagan impuestos.     El Internal Revenue allá no juega. No sé cómo anda aquí Impuestos Internos.

¿Es que el “poder presidencial” está mucho más limitado de lo que se supone?

       ¿O es que el mecanismo es decir mentiras… y reir?

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