Café, joya y motor de Costa Rica

Café, joya y motor de Costa Rica

El café llegó a América en 1720, con las primeras semillas de la especie coffea arábica que se sembraron en Martinica, pero el aromático tocó suelo costarricense a finales del siglo XVIII, cuando lo único que se practicaba era una agricultura de subsistencia.

La historia cambió a partir de 1808, cuando el entonces gobernador Tomás de Acosta, decidió impulsar el cultivo del grano en los fértiles suelos volcánicos del Valle Central.

Conforme crecían las plantaciones se ampliaba el interés de los costarricenses por el café. Para 1821, año de la independencia de España, los registros oficiales reseñan que ya se contaba con 17.000 cafetos en producción, y se había hecho una primera exportación, de dos quintales, a Panamá, en 1820.

Con la independencia, los gobiernos municipales fueron los primeros en incentivar el cultivo con políticas de entrega de plantas y concesión de tierras a quienes se interesaran en esta empresa.

La actividad cafetalera era floreciente en la Costa Rica de principios del siglo XIX, pero el gran cambio se dio en 1832, con la primera exportación del grano a Inglaterra, un hecho que cambiaría por completo el destino del pequeño país centroamericano.

Este embarque, que tardó más de tres meses en llegar a su destino, motivó al presidente Baulio Carrillo, en 1840, a decretar que las tierras del sector oeste de San José se dedicaran a la siembra del café.

Carrillo pensaba que el Estado debía dirigir la política cafetalera y encargarse de buscar mercados, y que el más importante era precisamente Inglaterra, por esta razón ordenó construir un camino hacia la región del Caribe que le permitiera al país contar con una ruta directa hacia los puertos británicos.

El prometedor negocio cafetalero condujo al rápido establecimiento de compañías comerciales que exportaban el grano a Europa y al mismo tiempo importaban del Viejo Continente mercancías manufacturadas que mejoraron la calidad de vida de la población.

La necesidad de comerciar café motivó la construcción de mejores caminos, y por lo tanto el abandono de la mula como medio de transporte de carga. La carreta vino a ocupar este lugar para llevar hacia los puertos el aromático, que era, para 1890, el único producto de exportación de Costa Rica. El auge económico del café rápidamente impactó la vida cotidiana de los costarricenses, con transformaciones profundas no solo en infraestructura, sino en campos como salud, educación y cultura.

Las ganancias obtenidas de las exportaciones de café permitieron, entre muchas otras obras, el establecimiento de un servicio de correo, una imprenta estatal, la construcción del Hospital de San José y el Hospital San Juan de Dios, que funciona en la actualidad; la fundación de la primera universidad costarricense, la Universidad de Santo Tomás y la construcción del Teatro Nacional.

Además, el comercio cafetalero permitió la cancelación de la deuda de Costa Rica con la Federación Centroamericana y favoreció el desarrollo de la banca local con la creación del Banco Anglo en 1863, y luego otros le siguieron.

En el ámbito cultural y social, el café facilitó la construcción de hospitales, hospicios de huérfanos y una reforma educativa a finales del siglo XIX que tuvo un profundo impacto en las generaciones siguientes.

Las décadas pasaron y el café mantuvo su lugar de privilegio en un país que poco a poco fue diversificando sus exportaciones y abriendo sus puertas a otros mercados.

Costa Rica dispone de inmejorables condiciones agronómicas para producir café de la variedad Arábica, por lo que el país se ha concentrado en mejorar cada vez más los estándares de calidad de su “grano de oro”. Por ejemplo, en 1988 se prohibió la siembra de café Robusta, una especie de menor calidad que la Arábica, y en 1989 se eliminaron todas las plantas existentes de esta variedad.

De acuerdo con datos del Instituto Costarricense del Café (Icafé), actualmente el país coloca más del 75 por ciento de su cosecha anual en mercados diferenciados, donde los consumidores están dispuestos a pagar un sobreprecio debido a la calidad del producto.

Costa Rica ha dividido su producción en ocho regiones con características particulares, que son publicitadas en todo el mundo por su incomparable sabor. La región del Valle Central, por ejemplo, tiene suelos fértiles y volcánicos que producen un café con acidez alta y fina, buen cuerpo y aroma y un sabor achocolatado, mientras que el café del Valle Occidental posee un sabor a melocotón y albaricoque.

En las montañas de Tarrazú, al sur de San José, se producen cafés con acidez fina, similar a los cítricos de limón o naranja, y al este de la capital, en la región de Tres Ríos, se generan tazas con balances perfectos entre acidez, cuerpo y aroma.

El café de Orosi, en cambio, es suave, y los granos de Coto Brus y Pérez Zeledón, en la zona sur del país, son muy cotizados por su compatibilidad con cafés de otras altitudes.

La región de Turrialba, con su clima lluvioso, produce un café de baja acidez, buen cuerpo y buen aroma, mientras que cerca del 85 por ciento de las plantaciones de Guacanaste, donde el clima es cálido y seco, se encuentran a la sombra de áreas boscosas.

El sector cafetalero costarricense está conformado por 53.414 productores.

Si bien es cierto que el café dejó de ser hace años el principal producto de exportación de Costa Rica, cuyo sitio ocupan ahora los microprocesadores para computadoras, mantiene su lugar de privilegio en la economía y sobre todo en la cultura y sociedad local.

Las claves

1.  Productores

El sector cafetalero costarricense está conformado por 53.414 productores .

2.  Condiciones

Costa Rica dispone de inmejorables condiciones agronómicas para producir café de la variedad Arábica.

3.  Importancia

Si bien es cierto que el café dejó de ser hace años el principal producto de exportación de Costa Rica, cuyo sitio ocupan ahora los microprocesadores para computadoras, mantiene su lugar de privilegio en la economía y sobre todo en la cultura y sociedad local.

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