Café: sin pena y sin la gloria de antaño

Café: sin pena y sin la gloria de antaño

El día 11 del mes de abril de cada año se denomina «Día del Café».  En años de bonanza, cuando todavía no había sido oficializado el mamotreto denominado «Consejo Dominicano del Café», mejor conocido por sus siglas de CODOCAFÉ, esta era una fecha memorable en la que el Ministerio de Agricultura, por intermedio, primeramente de la Comisión Nacional del Café y más tarde por Codocafé, se celebraban actos conmemorativos y se destacaban a los mejores caficultores, se celebraban concursos de catación y hasta se rifaban implementos para que los cafeteros pudiesen mejorar sus predios.

 Este año, apenas fue recordado por Codocafé con una esquela en el periódico Hoy, un corto mensaje de Mons. Ramón Benito de la Rosa y Carpio en el Listín Diario y un encuentro en el Club Sirio-Palestino-Libanés del candidato ingeniero agrónomo Hipólito Mejía, cuyas declaraciones contundentes fueron aplaudidas con gran pesar, pues manifestó: «Es una vergüenza que nuestro país importe café».  Al parecer recordó los tiempos cuando él fue Secretario de Estado de Agricultura y Presidente de la Comisión del Café, que el país producía un millón 600 mil quintales y exportaba 600 mil y pico de sacos de 75 kilos.

La Confederación Nacional del Café, que preside nuestro buen amigo Rufino Herrera, se quejó amargamente de la calamitosa situación en la cual se encuentran -no solo sus asociados-, sino todos los caficultores en general, que no cuentan con un organismo que los respalde en esta grave crisis y que en lugar de proporcionar recursos para los productores, consume su presupuesto en una abultada y parasitaria nómina de alrededor de mil empleados entre «técnicos, extensionistas, obreros para los viveros y, sobre todo, una sobrecarga de burócratas aposentados en la sede principal de Santo Domingo».  Con esa burocracia que engulle mensualmente su presupuesto, se pretende elevar la producción nacional que alcanzó este año unos ciento catorce mil quintales y exportaron alrededor de treinta mil.

¿De dónde proviene la importación del café para el consumo nacional?  Por muy lejos que creamos que se encuentre, es originario de Vietnam.  Un país que ha librado tantas guerras y que apenas tiene unos veinticinco años de paz, pero por su disciplina y su perseverancia ha desplazado a Colombia como el segundo país productor de café en el mundo, con alrededor de diecinueve millones de sacos de 60 kilos.  Afortunadamente para los productores de café tipo «Otros Suaves» en donde está catalogado el país, el grano que ellos producen es «Robusta» y no «Arábiga», como es el que hasta ahora estamos produciendo el cual tiene un mejor precio y aceptación en el mercado internacional del café.

El año pasado, el Director Ejecutivo del Codocafé, del cual como expresó Cervantes: «de cuyo nombre no quiero acordarme», se vanaglorió de que la entidad que él desastrosamente dirige había exportado 35,000 quintales de café de excelente calidad, dentro de los cuales había una buena partida de «cafés especiales», con un precio diferenciado.  En esta entidad, no valió la pena que los franceses establecieron dos programas: PROCA I  y PROCA II, los cuales fueron presentados y elaborados con bombos y platillos y resultaron un gran fiasco, al extremo que una vez finalizados sus técnicos terminaron en desbandada porque los resultados fueron apenas perceptibles.

Lamentablemente, en el nuevo organismo no fueron incluidos los productores independientes que eran, sin lugar a dudas, el motor dinamizador e innovador de la antigua Comisión Nacional del Café,  que se manejó con un personal menor de treinta personas, ejecutó cientos de kilómetros de caminos de penetración con un equipo de construcción propio el cual otorgaba las contratas por concurso público y eran supervisadas por un grupo de miembros de la Comisión que nunca aceptaron, ni prebendas ni presiones de los contratistas ni de las autoridades.  Hoy estamos pagando la miopía de un Congreso, que no obstante escuchar voces agoreras en contra del proyecto, propició que se impusieran los grupos asociados y confederados, que no tenían la experiencia de los productores independientes, que habían sido los que llevaron el peso en los enfrentamientos contra los exportadores, industriales e intermediarios, durante la permanencia del régimen de cuotas de exportación. Al pasar sin pena y sin gloria este día tan venerado,  Codocafé reconoció su fracaso y su derrota.

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