Cafés notables de Buenos Aires

Cafés notables de Buenos Aires

Se ha dicho de Buenos Aires que es una inusual mezcla de historia y vanguardia. Centro de entretenimiento, cultura y turismo. Distante y gigante, abarcable e infinita, sorprende en todo momento y emociona en cada calle, en cada esquina. Buenos Aires es una ciudad fascinante y fuera de lo común. Conjuga de manera misteriosa el patrimonio arquitectónico de años dorados con la evolución del diseño actual. Reúne bulevares, costaneras, parques y plazas a través de calles adoquinadas, grandes avenidas e íntimos paisajes que esperan ser descubiertos todos los días.

En mi penúltimo viaje a esta hermosa ciudad, leí la obra “Cafés notables de Buenos Aires”, de la autoría de la escritora Luisa Valenzuela. Tal como ella señala en la obra: “Es sabido que los cafés porteños, esos sitios casi míticos, son el pulso de nuestra ciudad”. Quiero clarificar el concepto de un “café” en Buenos Aires, no tiene jamás similitud con el cafetín dominicano, los nuestros tienen algunas “muchachas” y están en cualquiera de nuestros tugurios barriales. Este café bonaerense es un espacio importante de la vida cultural, política y sentimental de la gente. El “café” argentino es una exquisita expresión de refinamiento, clase, aristocracia y es un espacio para “dilectar”, verdadera estimulación para el pensamiento superior.

Hace unos días recorrimos algunos, iniciamos en el café Tortoni, de la avenida de Mayo, con un embrujante entorno muy europeo. Sería una emblemática mezcla de París y Barcelona con sus agradables lámparas y vitrales. Estuve acompañado del doctor Dionis Rivera, neurocirujano, quien, como buen “alemán” me recomendó la Quilmes negra. Grato momento de “dilección”. Tienen en una esquina “tatuados” a Carlos Gardel, a Alfonsina Storni y a Luigi Pirandello. Disfruté las fotos de Federico García Lorca, Gabriela Mistral, Berta Singerman, Juan Carlos I, Arthur Rubinstein, etc.

Pasamos después al café La Biela, el de Jorge Luis Borges en la Recoleta, el barrio más distinguido y aristocrático de Buenos Aires. Visitamos además la tumba de Evita Perón, que está en frente, en esa oportunidad estuvimos acompañados de mi primo, igual neurólogo como yo, el Dr. José Silié Ramírez. La ocasión nos permitió dilectar sobre la última obra publicada de Jorge Luis Borges, y que la adquirimos esa misma tarde, “El aprendizaje del escritor“. Tener la oportunidad de recordar libros leídos, enorgullecerse de uno poder poner los codos en esas mismas mesas donde estuvieron y produjeron personajes tan trascedentes como Horacio Quiroga, Julio Cortázar, Ricardo Pligia, Rodolfo Walsh, Alfonsina Storni, Carlos Gardel, etc. Una experiencia muy gratificante.

Cuando escribía sobre Buenos Aires, se me acercó mi cariñosa e inteligente nieta Nicole Marie y me dijo: “abuelo te tengo una información inédita sobre Buenos Aires”, le dije -dime mi amor- y me enseñó una revista de una de sus muñecas, la “Barbie Passport”, donde leí lo siguiente: Argentina significa “hecha de plata”, cuando los españoles llegaron hasta esta región, según las leyendas encontrarían “montañas de plata” (que no existían) Esta -asesoría histórica- de mi linda nieta, máxime siendo hoy el “Día de la Raza”, me ayudó a entender mejor los antecedentes de esos bares importantes de Buenos Aires, incluyendo: el café Colón, el Claridge, Las Violetas, el Café Británico, hasta las confiterías porteñas.

Esa noche, luego de esa placentera y estimulante jornada intelectualizante, epílogo de un espléndido día de goce cerebral, nos invitaron los Laboratorios Baliarda (Doctores Mallén Guerra) al restaurante Estilo Campo, de Puerto Madero, a cenar un exquisito asado de primorosas “carnes” argentinas, una refinada cena, muy elegante. Fue acompañada del exquisito vino argentino, el Careli Gran Malbec. Sustento que las complejas complacencias humanas todas muy deleitables, son siempre experiencias particulares, pues todos tenemos disfrutes individuales, aún sean estas: las instigaciones intelectuales, los deleites sibaríticos, una grata compañía, disfrutar acompañado de la luna llena, extasiarse frente al inmenso mar, un cálido abrazo perfumado, o alcanzar la íntima plenitud y saborear sus embrujantes licores desde un multicolor arco iris, aunque todas nos ayudan indefectiblemente a alcanzar (si las sabemos apreciar) “esa”, la intransferible, inolvidable, inmediata, inexplicable e innegociable, ¡la anhelada felicidad!

 

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