CAFTA y algo más

CAFTA y algo más

El presidente Leonel Fernández ha solicitado que el Congreso Nacional ratifique tan pronto lo conozca el tratado de libre comercio suscrito por República Dominicana con los países de Centroamérica y los Estados Unidos.

Pero al mismo tiempo, el jefe de Estado ha reconocido que el referido pacto no tendría ningún valor si los dominicanos no disponen de bienes para hacer crecer las exportaciones, que es lo que, poco más o menos, está ocurriendo en estos momentos.

Las exportaciones dominicanas han estado claramente estancadas por más de una década y no precisamente porque los mercados de destino de las mercaderías locales estuviesen cerrados.

Esta economía está afectada de manera significativa en su capacidad de competir y la «ventaja» de que sus productos entren con menores restricciones al mercado norteamericano (al cual, de hecho han tenido de viejo acceso preferencial) no alcanza en la realidad una significación mayor.

Muchos otros productores extranjeros del entorno y fuera de él también podrán hacerlo.

Está fuera de discusión que los países que se asocian a República Dominicana para suprimir barreras arancelarias están bajo condiciones de infraestructuras legales y materiales que garantizan mayor rentabilidad a sus exportaciones que las que obtendrían los productores dominicanos.

República Dominicana no ganaría nada e, incluso, podría estar más bien expuesta a perder mucho y a ver desplazada su presencia en mercados, si solo toma el camino de acogerse a una supresión de barreras externas sin hacer lo propio con las internas. Esas que sitúan a industriales, agricultores y ganaderos ante valladares que elevan sus costos, unas veces por causas fiscales y otras veces estructurales relacionadas con la tarifa de energía, con apagones, altas tasas bancarias y aguda ausencia de mano de obra calificada.

Además de los perjuicios que a veces ocasiona un Estado cuando sus mecanismos burocráticos y de apoyo a la producción no funcionan bien.

–II–

El poder Ejecutivo no es muy realista si aspira a una ratificación, sin cuestionamientos ni condicionamientos, para el CAFTA-RD si ni siquiera se ha esbozado la forma en que los medios de producción locales serían colocados sobre unos rieles nuevos por los que no se dirijan hacia un desastroso choque frontal con el mundo externo.

Va para largo la demora en trazar y auspiciar, también en el Congreso, la consagración de leyes que creen condiciones favorables para quienes producen y para que el régimen impositivo (lo que incluye la comisión cambiaria y el diferencial que encarece los combustibles) no funcione indirectamente como absurdo mecanismo de protección del Estado dominicano a los importadores de bienes producidos en países de costos menores.

El gobierno asumió un compromiso de establecer compensaciones al aparato productivo nacional por lo que va a representar la apertura comercial.

Lo que comenzó como un reclamo del sector azucarero local se convirtió en su momento en la fuerte percepción de que es a la economía toda a la que hay que salvar de los desequilibrios que la globalización agudiza.

Sobre la cabeza de quienes aquí producen, generan empleos y abastecen a los consumidores pende una espada. Esa espada es el CAFTA-RD si no viene con remedios a sus propios efectos contraproducentes.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas