CAFTA y los trabajadores

CAFTA y los trabajadores

En Estados Unidos, los adversarios al tratado de libre comercio con Centroamérica y la República Dominicana invocan entre sus argumentos una alegada falta de garantías de que los trabajadores de los países pequeños con los que se establecería la liberalización del comercio no están debidamente protegidos en sus derechos, como sucede con los del Norte rico, próspero y más institucionalizado.

Es real la posibilidad de que en el lado subdesarrollado del CAFTA-RD se siga aprovechando la debilidad de los Estados y de los sindicatos para mantener injustamente bajos los salarios y las condiciones en que se labora.

Y hasta podrían intensificarse las prácticas abusivas contra trabajadores de niveles de vida inferiores a los de sus similares estadounidenses cuyas conquistas frente al empleador no podrían ser disminuidas para rivalizar con las formas tropicales de  producir barato.

A fin de ganar el debate sobre el tratado y conquistar adhesiones para su aprobación entre congresistas demócratas preocupados por las debilidades de los sistemas laborales de Centroamérica y República Dominicana, el presidente George Bush ha comenzado a prometer más dinero y esfuerzos del fisco estadounidense para mejorar las condiciones legales de los trabajadores en esta zona del mundo.

El anuncio del mandatario, que en cierto modo expresa una autocrítica y podría verse más que nada como una maniobra oportuna para salir airoso, es digno de especial atención.

Por lo que ha trascendido, las objeciones al CAFTA-RD bajo el alegato de que no contiene cláusulas que defiendan de manera eficaz los derechos de los trabajadores contienen sus exageraciones.

Se les usa para cerrar paso a un convenio severamente objetado por el sector azucarero estadounidense que se resiste a perder las sólidas protecciones del Estado frente a la competencia extranjera.

-II-

De otro lado, es imposible negar que el esquema de economías subdesarrolladas, con predominio de lo artesanal, descansa bastante en la obtención del máximo provecho posible de la oferta de obra de mano barata.

Habitamos una región del mundo en la que no se ha hecho esfuerzo importante en el desarrollo de infraestructuras industriales ni en la preparación de recursos humanos.

Solo ciertos tipos de exportaciones que no requieren alta tecnología, ni complejidades operativas, como sembrar, cosechar y embalar; o hacer costuras sobre telas, permiten a productores de países poco desarrollados llegar con volúmenes importantes al comercio exterior.

Acogiéndose a las limitaciones, algunos países latinoamericanos fomentan la inversión con el incentivo de ofrecer masas laborales depreciadas y no se pone énfasis en la legitimidad de derechos y aspiraciones.

No es una estrategia exclusiva de repúblicas con afinidades políticas y subordinación a Estados Unidos.

También la aplican Cuba y China. Sobre todo los chinos con más intensidad que en América Latina, pues la capacidad del monstruo asiático para inundar con textiles baratos al resto del mundo delata maltratos a los trabajadores.

Los dominicanos, ciertamente, no tienen que esperar que la política estadounidense del momento pretenda erigirse en salvadora de la imagen del país en materia de respeto a los derechos laborales.

Es obligación del gobierno tomar iniciativas para una cuidadosa vigilancia sobre el cumplimiento del Código de Trabajo reforzando los mecanismos de aplicación, sobre todo en lo que se refiere a las zonas francas y la agropecuaria. E incluso, estudiar la posibilidad de actualizarlo con ayuda de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

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