El 10 de abril pasado pulsábamos los dedos sobre el teclado para mostrar el buen momento que representaba para los países importadores, como la República Dominicana, la caída de los precios del petróleo.
Aunque teníamos la expectativa de que ese descenso en los precios del crudo se mantendría durante todo el año, no esperábamos que el mercado lo confirmaría de manera tan contundente como ha ocurrido.
El precio del petróleo de Texas ha pasado de 70.12 dólares en diciembre de 2024 a 58,29 dólares este lunes mientras que el tipo Brent descendió de desde 73.86 dólares en diciembre a 60.19 dólares en la jornada de ayer.
En este comportamiento han estado incidiendo la incertidumbre mundial sobre la economía, atizada por los aumentos de aranceles y el incremento de la oferta de crudo, que el pasado sábado recibió un impulso con la decisión de la alianza de la OPEP+, liderada por Arabia Saudí y Rusia, de aumentar en 411.000 barriles diarios su oferta de petróleo a partir del 1 de junio.
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Estamos ante una situación que supera a una corrección técnica y que va más allá de una reacción del al aumento de la oferta de la OPEP+ para adentrarse en los temores a un colapso económico mundial.
Mientras tanto, República Dominicana se beneficia de esta caída de los precios del petróleo a través de una reducción de las presiones fiscales, vía subsidios a los combustibles y transferencias al sector eléctrico.
Y a propósito de la parte fiscal, deberíamos preguntarnos si no estamos en un buen momento aprovechar la caída en los precios del petróleo, que se espera sea duradera, eliminar el subsidio a los combustibles, en un ejercicio de saneamiento de las finanzas públicas. Así como una espiral del precio del petróleo nos ha obligado a dar subsidios, su caída debe motivarnos a eliminarlos.