¿Caín nació en Monte Plata?

¿Caín nació en Monte Plata?

POR MARIVELL CONTRERAS
Los niños de los barrios no tienen apellidos y a veces ni siquiera nombre para sus amiguitos, que son sus vecinos y sus compañeros de juegos. Eso que se desconoce en la calle de enfrente o en el patio trasero en cambio es lo único que nunca se olvida cuando se ha sido compañero de clases de alguien.

Si no tuviéramos la dicha de tener casi todo el disco duro de la memoria disponible para esas cosas, nos sentiríamos compelidos a hacerlo tras un año entero en que los profesores pasaban lista y uno a una íbamos diciendo presente.

Estamos generalizando circunstancias para rememorar -con ganas de congelar el tiempo- esa época preciosa en que la comunidad de niños de Monte Plata, los que vivíamos de la esquina del colmado de Socorro, a la barra de Damaso Adón al colmado de Tomás Albuez hasta el matadero construíamos a pelotetazos / capú y no te abajes /carreras / juegos de botellas / y a las escondidas, lo que sería nuestra infancia.

Por supuesto vista por el sentido adulto que hemos alcanzado. Entonces esta no era una tarea sino una forma fascinante de ganarle horas al reloj hasta ir a la cama y a la mañana siguiente, la tarde siguiente, la noche siguiente en que no faltaba un pela papa (pelapapa nunca falta) y una ronda que se agotaba con cancioncitas bonitas «que pase la señorita cuidado con la de atrás.»

Hemos dicho muchas veces y no nos cansaremos de repetirlo, que nuestro pueblo sigue siendo nuestro pueblo, que aún no es una ciudad cualquiera…

Pero a veces pasa, como el pasado domingo, que esta nostálgica y fantástica mirada complaciente es arrebatada de nuestros ojos, dejándonos temblorosa y desnuda ante la cruda realidad.

Entraba a mi pueblo con el corazón vestido de domingo ante la idea de encontrar a mi gente y lo primero que veo es un entierro.

¿Qué habrá pasado? ¿Quién habrá muerto?, le pregunto a mi hermana Kerys, extrañada de que ninguna de las dos supiéramos del deceso (los que somos del pueblo siempre estamos al tanto de los nuestros, ya vivos o muerto).

No habíamos aparcado en el frente de nuestra casa cuando se confirmó la cercanía del suceso. Muchas caras tristes y un solo lamento.

Se murió Momón (¿sería Ramón?), a quien mató Ñeo. Hermanos del alma, de vientre y de pecho. En todos los rostros el mismo lamento. Los nietos de Peta (¿será Petronila?) juntos todo el tiempo. Lágrimas de Silvio, hermano el primero. Y todos lloramos por aquellos tiempos en que las desgracias tenían otros asientos.

www.marivellcontreras.com

 

 

Publicaciones Relacionadas

Más leídas