Calamar, ludopatía y educación

Calamar, ludopatía y educación

Eusebio Rivera Almodóvar

Mi crítica general sobre la serie de Netflix, el juego del calamar, es la siguiente: es una excelente producción coreana, que aprovecha el morbo colectivo sobre los juegos, la violencia atroz, la ambición y las desgracias humanas, para exaltar nobles acciones y enseñanzas imperecederas a las que muy pocos prestan atención, pero que se repiten en todos los libros de casi todas las religiones, como “el dolor nos hace iguales y la lealtad no tiene precio” aunque el dinero intente, sin lograrlo, comprarlos sin importar el costo.

Desde el 1992 la Organización Mundial de la Salud aprobó incorporar el vicio por los juegos y las apuestas (ludopatía) entre las enfermedades de la CIE o Clasificación Internacional de las Enfermedades y desde 1980 la Asociación de Psiquiatras de los Estados Unidos (APA) la tenía en sus estadísticas, porque el ludópata pone el juego por encima de todo lo que le rodea.

El desarrollo acelerado de los videojuegos ha creado una elevada población de adictos niños y adultos, pero, enterados del problema, los fabricantes de equipos electrónicos parecen haber entendido que, tarde o temprano, su zafra se acabará si no transforman su material y aplicaciones en instrumentos de enseñanza y ahora están derivando más equipos hacia la educación.

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