Caleidoscopio socialista

Caleidoscopio socialista

ROSARIO ESPINAL
El deseo de construir sociedades más justas es tan válido hoy como en el pasado, y en América Latina, ante las desigualdades y carencias sociales, han surgido varios gobiernos de izquierda con el objetivo de remediarlas.

Es harto sabido que la izquierda latinoamericana actual no es monolítica. Comparte preocupaciones por los problemas socioeconómicos de sectores marginados y capas medias, pero las estrategias y estilos de gobierno varían significativamente.

Las diferencias están marcadas, sobre todo, por la trayectoria de las organizaciones políticas que sustentan esos gobiernos, las idiosincrasias de los presidentes y la situación política en que ascendieron al poder. En su diversidad conforman un caleidoscopio socialista.

En Brasil, Argentina, Uruguay y Chile, los gobiernos provienen de partidos con largo historial de luchas socialistas, y en Brasil y Argentina, también pesa mucho la

figura del líder.

En Brasil, sin excesiva rimbombancia populista, el gobierno de Lula ha extendido programas asistenciales a los pobres que le han generado importantes adhesiones, pero siempre ajustado a las normas básicas del capitalismo internacional de preservar estabilidad macroeconómica y proteger la inversión privada.

En Argentina, el histórico personalismo y la capacidad de mutación del Partido Peronista para reposicionarse aún contra sí mismo, explican la vitalidad del Presidente Néstor Kirchner, quien, a pesar de su ruidoso discurso contra las élites locales y el neoliberalismo, se apegó a las normas fundamentales del capitalismo internacional.

Uruguay tiene una experiencia más reciente de gobierno socialista, pero a la fecha, se observa el predominio del pragmatismo político, sobre todo, en la estrategia de Tabaré

Vázquez de posicionar a Uruguay en la economía mundial con cierta autonomía de sus dos grandes vecinos.

No obstante, los protagonismos de Lula y Kirchner por pautar la economía del cono sur entran en conflicto con los esfuerzos de Vázquez por impulsar el desarrollo de su pequeña nación, lo que ha contribuido a aumentar las tensiones en Mercosur.

Chile, por su parte, nunca ingresó formalmente a Mercosur y optó por establecer su propia ruta al desarrollo. Agarrado de la Democracia Cristiana por el miedo a un retorno de la derecha, el Partido Socialista ha impulsado desde el año 2000 un importante programa de institucionalización del Estado.

Pero desde la transición democrática en 1990, Chile incorporó lo mejor de su élite intelectual y técnica al proceso de gobierno y muestra el mayor éxito regional en la reducción de la pobreza. La principal debilidad del modelo chileno es haber impulsado los cambios desde arriba, por lo cual, un gran desafío del gobierno de Michelle Bachelet es incorporar, sin grandes traumas políticos, a sectores marginados. Las recientes protestas estudiantiles sirvieron de recordatorio.

El fenómeno de Bolivia con la ascendencia de Evo Morales se parece al de Lula, en tanto ambos provienen de luchas populares sindicales. Pero Brasil tiene una economía de mercado bastante desarrollada en varias regiones y ha contado con estabilidad política desde principios de los años noventa.

Bolivia, por el contrario, se ha caracterizado históricamente por la escasa inserción de amplios segmentos sociales a la economía capitalista y un alto nivel de inestabilidad política. De ahí que el discurso nacionalista y anti-capitalista tengan mayor recepción en Bolivia que en Brasil.

Estas características de la sociedad boliviana y la razón social de ser del gobierno de Evo agregan elementos de conflictividad entre los gobiernos socialistas de Sudamérica. Así se evidenció con la nacionalización de los hidrocarburos bolivianos, donde hay fuerte inversión argentina y brasileña, y del que dependen para su abastecimiento Argentina, Brasil, e indirectamente Chile, con quien Bolivia no comercia por el conflicto sobre el mar.

A esa izquierda suramericana hay que agregar el fenómeno del socialismo militarista que encarna Hugo Chávez, no porque provenga de las antiguas luchas guerrilleras que caracterizaron importantes revoluciones como la de Cuba y Nicaragua, sino por la formación y práctica militar del líder personalista.

La insistente retórica nacionalista y latinoamericanista de Chávez se sustenta, como ha dicho el ex presidente socialista de Chile, Ricardo Lagos, en la chequera petrolera. De haber ganado Ollanta Humala en Perú, se hubiese fortalecido esta corriente militarista en la región.

Todos estos gobiernos socialistas, con excepción del venezolano y boliviano, buscan conjugar la expansión capitalista con la extensión de programas sociales. En Chile se registra además un significativo avance institucional.

Chávez y Evo, por el contrario, recurren a la estatización de recursos y empresas para alcanzar sus objetivos políticos.

Próximamente se celebrarán cuatro elecciones en América Latina que podrían agregar nuevos matices al caleidoscopio socialista. En México va delante en las encuestas Andrés Manuel López Obrador para las elecciones del 2 de julio. En Brasil se reelegirá posiblemente a Lula el 1 de octubre. En Nicaragua compite Daniel Ortega para volver al poder en las elecciones del 5 de noviembre. En Venezuela es casi segura la reelección de Chávez el 3 de diciembre.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas