Calendarios perpetuos

Calendarios perpetuos

Hay abundante literatura acerca de “la brevedad de la vida”. A menudo son escritos de gente muy vieja que no quiere morir. Una actitud que no debe censurarse de ningún modo, pues el “apego a la vida” es el impulso básico que rige la naturaleza entera. De los árboles cortados brotan retoños al menor asomo de humedad o de luz. Desde cualquier rincón nos “acechan” flores con pistilos y polen preparados para germinar. Todo tiende a persistir, a multiplicarse o perpetuarse. Pero también existen jóvenes que asumen la vida como un “deporte extremo” de alto riesgo. Gozan al pensar que la vida es breve y puede terminar abruptamente; no les entusiasma la idea de “longevidad”.

-¿Para qué me servirá llegar a viejo si no podré entonces deslizarme en un “skateboard”, ni siquiera montar en una bicicleta? ¿Qué atractivos tiene la vida de un viejo, sentado en una mecedora, si debe beber un medicamento cada doce horas? Quiere decir que muchos viejos desean seguir viviendo, a pesar de achaques y limitaciones, mientras un montón de jóvenes hace ascos a la vejez. Algunos de ellos acortan sus vidas con “hachís” o heroína. Vivir “a toda máquina”, parece ser el lema que los gobierna. No importa que la máquina reviente; ya se sabe que las máquinas viejas “no dan buenos servicios”.

La vida, cada vida individual, suele tener un “contenido neto”, como indican las etiquetas de las frutas en almíbar. Los tales “contenidos”: políticos, económicos, profesionales, artísticos, familiares, eróticos, sociales “invaden” nuestras vidas y las conforman, deforman o reforman. No es lo mismo haber nacido en Rusia durante la revolución bolchevique, o en la Alemania nazi, que en Santo Domingo en tiempos de Trujillo. Los acontecimientos sociales condicionan tanto como nuestros padres, la educación recibida y la experiencia amorosa.

Según le haya ido a cada individuo en el curso de su existencia, así cada cual juzgará si vale la pena prolongar la vida o “cerrar el expediente” mediante suicidio, drogas, alcohol, saltos con parapentes. Cuando lo pasamos bien no percibimos el tránsito del tiempo; cuando sufrimos, somos conscientes del tic-tac del reloj. El tiempo nos parece más lento si padecemos dolores artríticos. ¡Gozamos o rezongamos en cualquier edad! (9/8/2013).

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