Caliche: El camino que nos envuelve

Caliche: El camino que nos envuelve

Escribí para la edición del periódico HOY hace cuatro semanas con el título CALICHAR. Mencioné a varios condiscípulos que coincidimos durante la segunda mitad de  los años cuarenta del siglo pasado, en el liceo Juan Pablo Duarte, de la capital.

Por esta o por aquella otra razón, frecuentemente  íbamos al centro educativo y regresábamos a pie, y el dinero que nos daban en casa lo invertíamos en otras cosas que nos eran más atractivas que  “asumir” la guagua, designado para la travesía, desde la intersección de la avenida Independencia con Máximo Gómez, hasta el mencionado local educativo.

Recuerdo que se repetía el chiste acerca del “panqué” de Jaina, Felipe Rojas Alou, que, a veces corría un tramo del trayecto, desde su morada para alcanzar el autobús, el cual partía temprano, pero hacia paradas para recoger alumnos y profesores. Por una o por aquella otra razón, algunos, frecuentemente íbamos y regresábamos a pie desde la escuela, y el dinero que nos asignaban en la casa lo invertíamos en otras cosas, que creíamos que eran mejor que  “asumir” los diez centavos del costo de la guagua.

De esos compañeros en mis recuerdos mencioné al“Chino Ben”.

No suelo recibir comunicaciones en el periódico, y a veces pienso que nadie me lee. Puede ser. Pero el pasado once de noviembre en curso recibí una sorpresa agradabilísima: El “Chino Ben”, cuya identificación completa es: Ben José Castillo González. Aunque su nombre está casi en paridad con nuestros usos, incluido su realización entonacional, describimos su procedencia de inmediato por sus facciones de auténtica raza oriental. También su comedimiento, sus reflexiones, su actitud siempre respetuosa, muy lejos del comportamiento entre nosotros.

El amigo, el hermano Ben Castillo dice recordarme “con la misma nostalgia de muchos viejos de nuestra generación” a través (…) del programa de hace años: “Cien canciones y un millón de recuerdos”.

Agrega: “Eso fue exactamente lo que sentí al leer tu artículo semanal en el periódico HOY, domingo 24 de octubre pasado, que titulaste “Calichar”

Calichar, cuyo origen relatas en esa entrega, es decir, “que muchas veces íbamos a pie a la escuela normal (…) ubicada en la extensión de la José Trujillo Valdez, ahora avenida Duarte. Esa prolongación  no se había asfaltado, y presentaba las condiciones de mucho polvo durante el tiempo seco y mucho lodo en tiempo de lluvia, pues solo tenía la base de caliche”.

Pasado el tiempo, “rememora”, la situación de aquellos días. Eran unos viajes de alegría, mientras en la ruta de ida y vuelta calculábamos cada tirón que debíamos alcanzar: comentarios saludables, cantos, chistes y  viviendo en aquella “paz” que nos protegía, por nuestra candidez o por ignorancia de cuanto concernía al régimen de oprobios.

Recuerdo que al concluir el bachillerato Ben ingresó a una institución bancaria extranjera y, aunque orgulloso y sin ocaso nos preguntamos si tendría madurez suficiente para  asumir ciertas responsabilidades. Pero al pasó del tiempo apreciamos que fue acertado, tanto por la parte del banco, como por la del compañero, joven capacitado, inteligente, amable, honesto y trabajador, Para nosotros fue una sorpresa, pero también un acierto, porque pensamos en el porvenir del compañero, con quien habíamos compartido “un millón de emociones” y de conocimientos que nos permitíamos esperar un éxito rotundo.

Ese buen amigo y compañero que nos lleva de la mano a la nostalgia; “aunque hace años que no nos vemos personalmente”, señaló que siempre te recuerdo cuando paso por la calle Jacinto de la Concha, donde vivías con tu familia, casi al frente del edifico donde estuvo la escuela primaria República de Haití, en la vieja edificación del  P. Andrickson, donde alguna vez estudiamos juntos.

Te recuerdo, además, como el gran declamador, especialmente “Los Caballos de los Conquistadores”, de José Santos Chocano y otros que recitabas en las clases de la lengua y literatura españolas, con gran maestría.

Ojalá podamos juntarnos para revisar temas y recordar asuntos de la primera juventud que no se borran de nuestros discos duros. Que sostiene los ánimos con eficiencia.

Ben se despide con una post-data en la que me habla del compañero Daniel Nicanor Pichardo Cruz (Nicanorcito), a quien, me recuerdo, mencionaste en tu artículo. Ojalá podamos un día, en que tengas tiempo disponible, juntarnos para recordar también experiencias vividas.

Así será, caro amigo.

Te haremos un “asalto” pero perfectamente legal. Y nos apoyaremos en el proverbio oriental que popularizó Facundo Cabral:

“Tenemos todo el tiempo que hay”.

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