Hace un tiempo que escucho en algunos comunicadores sociales y grupos de estratos medios-altos la expresión estigmatizada los dominicanos son vagos.
La vagancia así expresada es una legitimación de las condiciones de pobreza en que vive la mayoría de la población dominicana. Un intento de invisibilizar los niveles de exclusión y desigualdad en que vive más del 60% de la población y de desconocer el esfuerzo que realizan cotidianamente para sobrevivir.
El esfuerzo ha sido y es uno de los principales valores de la cultura campesina y barrial. Observamos continuamente a mujeres y hombres salir desde las 4:00 de la madrugada a trabajar en su conuco o como echa días. Sobrevivir implica mucho esfuerzo, empezando por la búsqueda del agua todos los días.
La ausencia de políticas públicas dedicadas al fortalecimiento de la actividad agrícola y pecuaria y al mejoramiento de las condiciones de las comunidades rurales ha generado la migración continua hacia la ciudad o a otros países. El campesinado quiere trabajar, pero mantenerse en el campo significa morirse de hambre, aunque muchos se quedan; no tienen otra alternativa.
En los barrios la situación es igual, hombres y mujeres salen desde las 5:00 a.m. a buscársela en actividades del sector informal, insertarse en el chiripeo o en lo que aparezca.
En el país existen muy pocas fuentes de ingresos, la escasez de empleo se agudiza con los continuos despidos en zonas francas y empresas. Los empleos que ofrece el Estado están politizados con exclusividad para la gente del partido oficial que están muy pegadas o a familiares y amigos de los funcionarios.
Una dramática situación es la que vive la población envejeciente y discapacitada que se tira día a día a la calle a recoger botellas, cartones y artículos viejos. En su mayoría no tiene protección social y engrosa la población indigente.
La presencia de mano de obra haitiana en renglones como el sector construcción no es una respuesta a una vagancia del dominicano; los grupos económicos de poder emplean al migrante porque quieren obtener la máxima ganancia a base de la explotación y bajos salarios.
La pobreza no resulta de la vagancia, sino de la falta de oportunidades para el desarrollo de capacidades y, por ende, el desarrollo humano es el resultado de la ineficiencia del Estado.
El gobierno no tiene políticas descentralizadas de desarrollo rural ni urbano, no ha invertido significativamente en políticas sociales de cara a la erradicación de la pobreza, prefiere invertir en grandes obras como otra línea de Metro, o el costosísimo corredor Duarte. Esta indiferencia e ineficiencia gubernamental aumenta la inseguridad ciudadana y puede llegar a la ingobernabilidad.