Eran prácticamente cuatro niños. Solo uno tenía 30 años. Ingresaron casi menores al Cuerpo de Bomberos de Santo Domingo. Cayeron en la noche trágica en que detonaron los depósitos de municiones y explosivos del Ejército Nacional en el Campamento 27 de Febrero. Unos fallecieron desde el momento en que intentaron sofocar las gigantescas explosiones que sacudieron la capital dominicana. Otros vivieron días de profunda agonía hasta que les llegó la muerte.
Cuatro calles del Distrito Nacional llevan sus nombres y quizá solo sus adoloridos familiares saben que se trata de esos infortunados héroes.
José Álvarez Alejo, Antonio Valdez Cordero, Francisco Núñez Fabián y Eladio Antonio Mayí Pérez, recibieron este homenaje ocho años después de aquel suceso estremecedor que dejó otros muertos y múltiples lesionados, no solo bomberos sino militares y civiles que fueron alcanzados por los destrozos que aun a larga distancia producía el siniestro, considerado el de mayor proporción ocurrido en la República, el 11 de junio de 1964.
Se dijo que en la ciudad colonial y algunos suburbios no quedaron ventanas de cristal, los hospitales habilitaron camas y personal para atender el cúmulo de afectados. En todo el ambiente se respiraba humo mientras interminables sirenas de ambulancias invadían los aires. Imperó el nerviosismo pues tras haberse incendiado tres depósitos se esperaba el estallido de otros, según crónica de Víctor Mármol en El Caribe.
La tragedia “puso ansiedad en el pueblo y luto y llanto en el corazón de innumerables familias”, escribió.
Los centinelas de los depósitos murieron todos, se informó, y guardias que se encontraban de servicio resultaron con heridas leves y graves. Muchas residencias fueron arrasadas por las llamas.
El drama en el campamento era espantoso, la sangre se veía por doquier. Miguel Hernández reportó que ocurrían escenas de gran dramatismo y Julio C. Bodden y Guillermo Jiménez daban seguimiento a los traslados a los hospitales.
Silvio Herasme anunciaba en el Listín Diario que la zona Oriental de la capital había sido evacuada. “La población capitaleña vivió anoche uno de sus momentos más angustiosos de la última década, con motivo de los acontecimientos en el Campamento Militar 27 de Febrero”, consignó.
Ruidos como de disparos de armas fue lo que comenzó a sentirse alrededor de las 11 de la noche. Se estremecieron los cimientos de la ciudad. Mucha gente salió a las calles en ropa de dormir, descalzos. La detonación lanzó algunos contra las paredes.
Sin aclarar. A 52 años de aquella pavorosa explosión aún se desconocen las causas que la produjeron. En el momento, el triunviro Manuel Tavares Espaillat declaró que “el sabotaje de los polvorines del Campamento 27 de Febrero es reflejo del intento de los castro-comunistas de reproducir el 26 de julio de Castro para creación de una segunda Cuba en el Caribe”. Agregó que el Triunvirato tenía conocimiento por anticipado de que “los castro-comunistas” preparaban un acto espectacular en las cercanías del 14 de junio, “que es su fecha simbólica”.
El presidente del Triunvirato, Donald J. Reid Cabral, manifestó que en la preparación y la comisión del hecho pudo estar implicado el régimen cubano de Fidel Castro. Solicitó el envío de una delegación de la Comisión Interamericana de Seguridad para asesorar en las investigaciones.
Un despacho de la Associated Press firmado por Louis Uchitelle expresaba que “aunque los comunistas han sido culpados de ello, el gobierno no sabe a ciencia cierta quién es responsable de las explosiones”, aunque Reid Cabral también había dicho que tres civiles habían confesado haber tomado parte en “el atentado” y que había motivos para suponer que estaban implicados “los comunistas”. Se llegó a decir que se trataba de de un plan terrorista al estilo de la organización venezolana de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN).
El jefe de Estado Mayor del Ejército, general Salvador Augusto Montás Guerrero, ratificó que “manos comunistas” tenían que ver con la tragedia. El 14 de Junio y otras agrupaciones de izquierda negaron toda relación con el suceso.
La ciudad quedó a oscuras, el Palacio Nacional fue resguardado con tanques de guerra y, pretendiendo que los autores se habían ocultado en la UASD, la policía intentó ocupar el recinto.
Nunca se han identificado causas ni responsables. En 1965 el coronel Miguel Ángel Hernando Ramírez acusó al general Elías Wessin y Wessin de ser el causante de la explosión (El Caribe, 5 de noviembre de 1965).
Cada día que transcurría se anunciaba un nuevo deceso. Aparte de las millonarias pérdidas materiales, al 14 de junio las muertes se calculaban en 12 y los heridos en 109.
Héroes bomberos. Estos son los únicos datos y fotos que se pudieron recabar de las víctimas, honradas con cuatro calles. El cabo José Álvarez Alejo murió mientras trataba de sofocar el incendio de bazookas. Tenía 23 años de edad de los cuales llevaba siete en la institución. Había procreado dos hijos.
El raso Francisco Núñez también era casado. Contaba 27 años de edad y cuatro como bombero. Dejó seis niños huérfanos.
Eladio Antonio Mayí Pérez, de 20 años, llevaba dos en ese Cuerpo. Era soltero. Pertenecía a la brigada de rescate marítimo (hombres rana) de esa entidad.
El sargento Ramón Antonio Valdez Cordero cumpliría 30 años. Ingresó a los bomberos en 1955. Era hijo de Julieta Cordero viuda Valdez y vivía en la calle 29 de Villa Duarte.
Fueron descubiertos entre los escombros “aún humeantes, algunos con vida, aunque graves”. De uno, solo se encontró el torso.
Todos fueron ascendidos de rango en homenaje póstumo. Según aparecían los sepultaban con honores. El cortejo salía de la sede de los bomberos, en la avenida Mella, hasta el cementerio de la avenida Máximo Gómez donde se interpretaron las marchas fúnebres “Más cerca de ti, Dios mío”, del profesor P. Mason y “Héroes caídos”, de J. S. Peckham.
Las calles. Tomando en cuenta que “en la dantesca noche del 11 de junio de 1964 perdieron sus vidas mientras cumplían con su deber tratando de extinguir el inenarrable siniestro, los señores miembros del Cuerpo de Bomberos de Santo Domingo, Segundo Teniente José Álvarez Alejo, sargentos Ramón Antonio Valdez Cordero, Francisco Núñez Fabián y Antonio Mayí Pérez”, el Ayuntamiento del Distrito Nacional designó con sus nombres las antiguas calles 5, 7, 14 y 16 de Villa Consuelo. La resolución es del 26 de julio de 1972.