Amín, de pie, en un encuentro de la FED con representantes de Fragua. Sentados, desde la izquierda, Narciso Isa Conde, Orlando Martínez, Romeo Holguín, Teobaldo Rodríguez, Narciso González, Emma Tavárez Justo y Gerardo Taveras.
Amín Abel Hasbún nunca fue un guerrerista a ultranza. Era un teórico de pensamientos profundos. Aunque participó en tantas batallas, su arma principal fue su cerebro. Por eso se convirtió en estratega político en la Guerra de Abril, en líder durante las luchas por el medio millón, en planificador del secuestro de Crowley… Su viuda Mirna Santos lo define como “un pensador que ejecutaba acciones y cumplía a cabalidad con su condición de revolucionario”.
Su participación en la preparación del rapto “no lo tipifica como un insurrecto de corte guardístico. Al contrario, esta fue una acción militar con estrategias muy bien esbozadas donde no se disparó un solo tiro y logró concretar su objetivo que era sacar del país 21 presos políticos, entre ellos Maximiliano Gómez (El Moreno), que representaba una cabeza importante para la CIA y para los organismos de seguridad del Estado. Encarcelado en La Victoria podía ser sujeto de una patraña para exterminarlo”, significa.
Las consideraciones de la compañera de Amín surgen a propósito de preguntas sobre por qué la muerte sorprendió al líder desarmado. “Él estaba con su familia y entendía que la persecución había disminuido a tal grado que le iba a ser difícil a Balaguer asesinarlo”.