CALLES Y AVENIDAS DE SANTO DOMINGO
Hermanos Delignes

CALLES Y AVENIDAS DE SANTO DOMINGO<BR><STRONG>Hermanos Delignes</STRONG>

POR ÁNGELA PEÑA 
No sabemos como tanto él como su hermano Rafael adquirieron la lepra, enfermedad poco frecuente en nuestro medio. La agonía y muerte de su hermano lo horrorizaron a tal extremo que cuando siente en él los primeros síntomas de la fatal enfermedad, pone fin a su vida de un pistoletazo, el 18 de enero de 1913. Parece que antes de morir destruyó un manojo de poemas dedicados a una mujer que aunque ya estaba casada, amaría con inusual intensidad. Se trata de la pianista española Paquita Castañer”, escribió Manuel Rueda refiriéndose a Gastón Fernando Deligne.

Rafael, agrega, padeció más de veinte años de lepra, a cuyo final perdió los brazos y las piernas. Siempre contó con la protección de su hermano Gastón. Evangelina Rodríguez, primera mujer médico de la República Dominicana, que también se dedicaba a labores de bien social, lo atendía asiduamente y escribía los versos que el enfermo le dictaba. Poeta de rica sensibilidad, aunque no tuvo tiempo, debido a su tragedia personal, de producir una obra continuada, abordó el cuento, el teatro y la crítica literaria”.

Tal vez las inclinaciones literarias y los padecimientos comunes fueron los motivos de una estrecha hermandad que ha mantenido sus nombres unidos más allá de la muerte aunque, según críticos nacionales, la obra de Gastón superó la de Rafael. Gastón ha sido el más exaltado, laureado, admirado, analizado. Es “grande, único, en la poesía nacional”, dice de él Joaquín Balaguer. Mariano Lebrón Saviñón lo define como “el príncipe de los poetas dominicanos”. Para Víctor Villegas, Gastón sigue siendo “nuestro poeta nacional”.

La supremacía del uno sobre el otro, sin embargo, no los separa en la memoria colectiva nacional. Y así, como los Hermanos Deligne, le han tributado el minúsculo reconocimiento de una pequeña calle del ensanche La Primavera (o Gascue) considerado homenaje insuficiente para sus méritos insuperables.

Víctor Villegas tiene en común con ellos la residencia en San Pedro de Macorís y la pasión por las letras. Era el vecino de sus descendientes en la calle 27 de Febrero de La Sultana del Este, y creció escuchando la triste y al mismo tiempo gloriosa vida de esos hombres humildes y sufridos que, sin embargo, no reflejaron en su producción el drama de sus dolidas existencias.

“Algo sumamente triste no solamente en Gastón, sino en Rafael, es que estaban sufriendo aquella enfermedad tan grande, algo bárbaro, terrible. Entonces llegó un momento en que Gastón dijo: ya yo no puedo soportar esto, debo desaparecer, por eso se suicidó. En Macorís se comenta que cometió el hecho porque la madre le enrostraba: ‘estás podrido, ya me hiedes’, y eso no es verdad, era que ya no aguantaba ese mal que le duró tanto tiempo”, cuenta Villegas.

Destaca que, no obstante, esa situación no repercute en la literatura de Gastón. “Tuvo una vida bastante difícil pero no la ves manifestada en su poesía que es de alta elevación espiritual, de mucha esperanza para el pueblo dominicano”.

El laureado novelista, abogado, ensayista, justifica la decisión del celebrado autor de “Ololoi”. “Hay que saber lo que es una lepra, que no tenía cura en esa época, tú estás sufriendo, viendo tu carne podrida sin poder hacer nada, metido en un silloncito sin entender nada de lo que dicen. Yo tampoco hubiese soportado”.

A Villegas se le convoca para hablar sobre los hermanos a propósito de la vía capitalina que los honra. Pero su discurso, admiración y ponderaciones los dedica casi exclusivamente a la figura y a la producción de Gastón, al igual que la mayoría de los críticos nacionales, con excepciones contadas. “Rafael no tuvo la altura y el concepto transformista de Gastón, expresa, pero  fue importante también porque tuvo repercusiones de carácter dramático, teatrales, escribió poemas, cuentos, pero claro, para mí Gastón estaba muy por encima de él”.

La Calle

La calle Hermanos Deligne, localizada en el ensanche La Primavera (refundido con Gascue), fue designada con ese nombre el 22 de diciembre de 1939. Nace en la Independencia y termina en la Bolívar. Para Villegas, ese no es suficiente homenaje para estos insignes poetas y literatos. “No. Así como hay un parque Salomé Ureña, la Sala Capitular del Distrito debería tomar en consideración asignarles un parque grande, con sus bustos, o una avenida, pero tenemos el complejo de Guacanagarix, lo nuestro no sirve, aquí las grandes avenidas tienen nombres de figuras extranjeras, no  digo que no se reconozcan, pero aquí no les damos importancia a los dominicanos. Aunque en San pedro de Macorís sí tienen sus buenas calles, aquí son dos grandes olvidados”.

Rafael

De Gastón se encuentra más de una foto. De Rafael apenas se conoce una borrosa y maltrecha en la que su fisonomía apenas se aprecia. De Rafael no hay biografías en los diccionarios y enciclopedias dominicanos, sólo es motivo de estudios breves de contados críticos. Mariano Lebrón Saviñón explica: “Es un poeta eclipsado por el fulgor astral de su hermano Gastón. Su poesía mejor es de índole religiosa y es la expresión del hombre que sufre, resignado y estoico, el dolor de verse despedazado en vida por las rabiosas mordeduras de la lepra. Fue mejor prosista que poeta e incursionó también en el drama. Su poema más caracterizado es Dios”.

Joaquín Balaguer, empero, le dedica tres páginas de su Historia de la Literatura y analiza su producción poética, el prosista, el crítico literario, sus ensayos dramáticos. Lo considera uno de los mejores críticos con que contó el país en las postrimerías de la centuria pasada.

Rafael Alfredo Deligne nació en Santo Domingo el 25 de julio de 1863, segundo hijo del matrimonio de Ángela Figueroa y Alfredo Julio Deligne. Como Gastón, estudió en el colegio San Luis Gonzaga. Se trasladó a San Pedro de Macorís donde ejerció la abogacía como postulante. Colaboró con “Los Lunes del Listín”, la revista “Letras y Ciencias”, y desde “El Cable”, con el seudónimo de Pepe Cándido. En 1895 dirigió con Luis Arturo Bermúdez la revista “Prosa y Verso”. Publicó los libros “La justicia y el azar”, “Milagro”, “Vidas tristes”, “En prosa y en verso”.

Entre sus poemas se destacan Dios, Cristo, A las almas tristes… Rafael Alfredo murió en San Pedro de Macorís el 29 de abril de 1902.

Gastón

Para Víctor Villegas, Gastón Fernando Deligne es la figura de su época más destacada en el campo literario. El de mayor proyección nacional,  reconocido en el ámbito internacional desde que Menéndez y Pelayo realizó un estudio sobre la poesía dominicana y lo colocó, “aunque con menor elevación”, junto a Salomé Ureña y a José Joaquín Pérez.

Lo considera revolucionario, transformador, precursor de formas y estilos “en un momento en que la poesía dominicana estaba muy atrasada”. “Él empieza a introducir en ese neoclasicismo la idea de lo dominicano, la manera de ser de nosotros, el sentimiento nacional. Habla mucho de la Patria, pero también de lo que son los asuntos cotidianos, sencillos. Aparte de eso, comienza a cambiar esa métrica clásica, no se sujeta de una manera absoluta a la métrica tradicional, al octosílabo, al decasílabo. Por ejemplo, él tomaba un endecasílabo, un octosílabo y en vez de hacer una rima perfecta, la construía irregular, le colocaba cosas…”.

Lo eminentemente popular, agrega, “lo traducía mucho a través de su poesía: lo que estaba pasando en la sociedad, pero además, reflejaba el aspecto puramente civil, que era cuanto sucedía y él estaba enfrentando. Él buscaba una transformación de la sociedad dentro de esa tradición, no quedándose en la populachera, él se va más lejos, inclusive, es el primero que introduce el concepto filosófico en la poesía dominicana”.

Gastón Fernando Deligne nació también en Santo Domingo el 23 de octubre de 1861, igualmente hijo de Ángela Figueroa y del francés Alfredo Julio Deligne, oficial de la Marina. Como Rafael,  hizo sus estudios en el colegio San Luis Gonzaga, bajo la dirección del filántropo Francisco Xavier Billini. Colaboró en numerosas publicaciones de San Pedro de Macorís, como “Letras y ciencias”, “El Lápiz”, “La Cuna de América”, “La Revista Ilustrada” de Santo Domingo y “Cuba Literaria”, de Santiago de Cuba.

En Macorís encontró protección en el banquero alemán Van Kampan, de la firma Van Kampan Schumuker y Co., según Manuel Rueda. Villegas cree que trabajó también como contable de otras empresas de aquella comarca.

Entre sus obras publicadas están Soledad, Galaripsos, Romances de la Hispaniola y Páginas Olvidadas.  Dejó tres hijos: Amancia, Francia y Gontrán.

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