Calles y avenidas: Oscar Blanco Fombona

Calles y avenidas: Oscar Blanco Fombona

Otro de los hermanos Blanco Fombona con quien los dominicanos tienen contraída deuda de gratitud es Oscar, quien no solamente combatió junto a su hermano Arnoldo la ocupación norteamericana de 1916 sino que murió aquí tratando de encontrar una ruta que permitiera transportar productos agrícolas desde Constanza hasta Jarabacoa, La Vega y Santo Domingo en recuas de mulos.

Su agonía fue lenta, dolorosa. Le invadía el frío de la montaña, sentía fuerte tos, fiebre constante, no podía mover la cabeza, lo venció el hambre y una disentería que le produjo continuas evacuaciones de sangre. Estuvo al borde de un abismo, suspendido con sogas y estacas. En el albor de la muerte solo hablaba de su esposa e hijas.

Constancio Cassá Bernaldo de Quirós rescató el nombre de este venezolano exiliado por su oposición a la dictadura de Juan Vicente Gómez. Porque aunque su expedición y su trágico deceso fueron seguidos por la prensa de entonces, Oscar es un desconocido. Pero en 1925 el caso tuvo tal impacto que al lugar donde la muerte lo venció, “Loma del pichón”, los campesinos la llamaron “Loma de Fombona” durante muchos años.

Constancio es un consumado explorador que realiza largos recorridos a pie por Constanza y otras zonas, pero guiado por monteros para enfrentar cualquier eventualidad. Como investigador histórico encontró el caso de Blanco Fombona mientras buscaba datos para su libro “Valle Nuevo, el parque Juan B. Pérez Rancier y su altiplano”. Sin embargo, lo que leyó tenía visos de leyenda. Historiadores tradicionales afirman que Oscar se perdió tratando de encontrar el famoso “Valle encantado” de aquella comarca, versión que repiten en Constanza y que Cassá rebate.

Eso lo llevó a profundizar en la travesía del ex militar y empresario agrícola a quien no solo dedica un capítulo sino que con el tiempo ha ido actualizando y aumentando información sobre esta víctima desorientada que se extravió entre los riscos y elevaciones de Constanza quizá porque se trastornó el funcionamiento de la brújula o posiblemente debido a su terquedad pues sus compañeros de travesía le aconsejaron el regreso.

Antes que él murió Inico (Nico) Espino, quien rodó hasta el fondo de un precipicio. Otro excursionista, Juan Crisóstomo Gutiérrez (Soto) logró llegar hasta él, “pero estaba sin vida”.

Parte del grupo en retirada se dirigió a Bonao en busca de ayuda mientras los que quedaron en el lugar desconocido que ellos llamaron “Vencidos por el hambre” comieron “palmito de manacla” y el último arroz que les quedaba. Era el 27 de noviembre. En lo que llegaba la ayuda la única compañía de Oscar, Soto, mojaba sus labios y lo mantenía bien arropado con su frazada y capote pues no tenía fósforos para hacer fuego.

Pero a las dos de la madrugada del domingo 29 de noviembre murió Blanco Fombona sin que llegara el esperado auxilio. Desesperado, Soto decidió ir a Bonao y en el trayecto encontró a los compañeros, quienes encabezaban la búsqueda oficial.

“La travesía de rescate tomó día y medio, llegaron en la noche con antorchas de pino encendidas para alumbrar el camino”, narra Constancio, quien tuvo acceso al diario del emprendedor hombre de armas. No se explica el extravío pues ha hecho tres veces el mismo recorrido y encuentra fácil encontrar el camino correcto.

Añade que “el cadáver de Blanco Fombona estaba roído por las ratas que le habían comido el ojo izquierdo, tenía los pantalones rotos hasta las rodillas y las piernas desgarradas por la espinosa maleza. El de Nico Espino fue enterrado en el fondo del abismo donde cayó pues era imposible trasladar dos cadáveres por tan agrestes terrenos”.

Los restos de Oscar fueron llevados a su casa en la avenida Independencia, en Santo Domingo, el dos de diciembre. “Allí fueron bendecidos por el padre Eliseo Pérez Sánchez y luego al Instituto Anatómico para embalsamarlos y enviarlos a Venezuela gracias a las facilidades que otorgó el presidente Horacio Vásquez”, agrega Cassá.

“Conmovió a la sociedad”. Oscar nació en 1878, hijo de Rufino Blanco Toro e Isabel Fombona Palacio. Se educó en una academia militar en Alemania. En su país natal fue jefe de las fortalezas de La Guaira y Puerto Cabello y alcanzó el grado de general de división del Ejército. Vino a la República Dominicana con su esposa caraqueña María Luisa Sosa y con sus tres hijas.

Era muy unido a su hermano Arnoldo y ambos se dedicaron a la agricultura y la ganadería. “Junto a los dominicanos, relata Cassá, los hermanos sintieron la vergüenza de la ocupación militar norteamericana de 1916 a 1924 y por su colaboración en la redención nacional Oscar fue golpeado brutalmente cuando se dirigía a una de sus posesiones agrícolas localizada en La Isabela, entre Los Alcarrizos y La Victoria”.

Relata que Oscar y Arnoldo se sintieron atraídos por las condiciones excepcionales del clima y el suelo de Constanza. Dada la amistad entre Oscar y el secretario de Estado de Agricultura, Rafael A. Espaillat, organizaron la expedición no oficial. Se planteaba buscar solución al transporte de los cultivos no tradicionales, inquietud que databa de 1783, según Constancio. Pero fue Horacio Vásquez, en 1925, quien tuvo “la primera iniciativa para contrarrestar dicha limitante”.

Bajo la dirección de Blanco Fombona la expedición partió de Bonao a Boca de Tireo el 16 de noviembre de 1925, a las diez de la mañana. Le acompañaban Secundino A. del Villar (Cundo), síndico de Bonao; Ramón A. Inoa, ex presidente del ayuntamiento; José Antonio García, ex presidente de la Junta Comunal Electoral; Luis E. Calzada, tesorero municipal; Amable Vargas, Andrés Pellice, Rafael Hernández, Rafael Carbonell, Pedro Beltré y los dos ya citados.

Llevaban provisiones para cuatro días, “tiempo en que proyectaban llegar a Constanza”. Desde el principio Oscar sufrió una indigestión intestinal, posiblemente por un enlatado descompuesto pero siguió avanzando con el grupo. El malestar le privó de alimentos. Al cuarto día estaban perdidos. En “El Helecho”, Blanco Fombona anotó que era el día 21 y que parte del grupo insistió en regresar a Bonao. “Les dije que no les reprochaba pero que yo estaba dispuesto a seguir a Constanza aunque fuera con dos personas”. Y apuntó otras peripecias descendiendo, subiendo, volviendo sobre sus pasos, venciendo obstáculos, durmiendo mal por lo empinado del terreno, “extenuados, con frío, los pies deshechos y rendidos de hambre”.

La tragedia de la Loma del Pichón conmovió a la sociedad pues hasta entonces no se conocía un hecho similar, según Constancio. “Además, uno de los infortunados era Oscar Blanco Fombona hombre apreciado por el afecto que dispensaba siempre y por su caballerosidad, amabilidad, honestidad, seriedad y laboriosidad”. “Murió mientras rendía un servicio altruista al país aunque algunos escritores de poco acierto afirman que, guiado por la leyenda del valle encantado buscaba su ubicación real”.

 

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