Calles y avenidas. Segarra, otra víctima de los 12 Años

Calles y avenidas. Segarra, otra víctima de los 12 Años

Fue uno de los políticos más fustigados durante los tenebrosos 12 Años de Balaguer. Su breve paso por este mundo estuvo marcado por la persecución, la cárcel, las torturas hasta que lo asesinaron y desaparecieron. Contaba 27 años cuando una madrugada introdujeron su cadáver en un saco lleno de piedras y lo lanzaron a las accidentadas aguas de la bahía de Manzanillo, según supo después su viuda.

Gladys Gutiérrez vivió con él menos de dos años de matrimonio. Solo meses pasó el revolucionario junto al hijo que tanto anhelaba.

Henry Segarra Santos fue héroe, mártir, un gran estudioso y afanado guerrero que sintió desde niño las carencias y desigualdades sociales y económicas de su pueblo y se dedicó a combatirlas. Siendo adolescente se acercaba desde su casa de la Benito González esquina Duarte a escuchar los discursos de los líderes del Movimiento Popular Dominicano en la época en que salió de la clandestinidad acogido a una falsa apertura de Trujillo. Las denuncias de los crímenes y arbitrariedades de la tiranía despertaron en él ideales de justicia.

“Estaba ahí cuando ametrallaron el local y los mayores se quedaban admirados de su valentía”, comenta Gladys, quien afirma que en ese escenario el muchacho deslumbró a los presentes al pronunciar una cita de José Ingenieros.

La viuda conoce al ser humano, al esposo fiel que debía ver viajando a los escondites del interior donde lo ocultaban amigos y compañeros del partido aunque sabe de sus actuaciones en el 14 de Junio, la Unión de Estudiantes Revolucionarios (UER) y el Movimiento Popular Dominicano, donde concluyó su militancia tras el cruel homicidio.

De sus otras facetas hablan con detalles camaradas que trabajaron con él en ciudades y campos, que compartieron las aulas secundarias y universitarias y empuñaron a su lado el fusil durante la guerra de 1965.

Henry llegó a ser figura importante en el Comité Central de la organización donde se perfiló “fogoso, entregado, leal, entusiasta. Tenía como lema que primero el Partido y la revolución y después la escuela”, comenta Melvin Mañón, quizá el último que lo vio con vida el fatídico día que lo llevó al aeropuerto, donde lo apresaron.

Gladys casó con Henry en diciembre de 1967 en una discreta ceremonia en la residencia de Olga Cedeño, en la calle Cambronal. Fueron padrinos Edgar Erickson y Milagros Malespín y de testigos tuvieron a la propia Olga, a Moisés Blanco Genao y Maximiliano Gómez. Carolina Bosch, hija del expresidente Juan Bosch, confeccionó el bizcocho.

“Pero fue una vida muy tortuosa, Henry fue sometido a una persecución tenaz. Era encargado de la zona norte y se escondía en Santiago en las casas de Juan José Ayuso, Yaqui Núñez del Risco, la familia de Onelio Espaillat, entre otras”. La dama, que lo apoyaba en sus luchas porque ella era también del 1J4 y del MPD y tuvo sentimientos antitrujillistas, debía disfrazarse para esos encuentros furtivos.

Aunque se vieron por primera vez en el barrio María Auxiliadora, donde Henry vivía con una tía, Gladys tenía referencias del joven porque cuando su primer esposo, Luperón Flores, salía para el trabajo ocultaba en la vivienda a Otto Morales, Moisés Blanco, Roberto Santana, Maximiliano Gómez, Fafa Taveras, Edgar Erickson, Julio de Peña Valdez… Balaguer acusaba a Flores, funcionario de su régimen, de estar casado con una comunista y lo conminaba a que se separaran, lo que ocurrió en 1966, año en que se convirtió en la primera cancelada de Telecomunicaciones. “Me declararon agente del comunismo internacional”.

“Me sentí libre porque sé que lo lesionaba” ya que tenían actitudes políticas contrarias. Después conoció a Henry Segarra en la José Gabriel García 64. Reconoce que entonces sus conocimientos de socialismo eran escasos, le pidió orientación y en estas enseñanzas se encendió entre ellos la chispa del amor.

En la entrevista con Gladys estuvieron su nieto Jovanny Nina y Flavio Enrique, el único hijo que concibió con Henry, quien exhibe un carácter aguerrido y enérgico. Madre e hijo padecieron lo indecible tras el asesinato de Segarra Santos, sufrieron las desventuras del destierro y el acoso balaguerista mientras estuvieron en el país. A Flavio Enrique, amenazado y perseguido siendo niño, debieron enviarlo a Estados Unidos, donde vivió con su abuela paterna y luego con su tío Luis Segarra hasta los 16 años. Todavía reside allí.

En 1996 lo invitaron a regresar a su tierra pero se negó, dice, por la alianza del PLD con el hombre que mandó a matar a su padre. “Los 10 años que viví aquí yo tenía el pensamiento de cómo asesinar a Balaguer y yo mencionaba a mi padre casi todo el día… Yo era muy niño pero quería venganza, Balaguer era un dictador al que había que sacar del medio”, exclama.

Vivieron en Francia, donde ella tuvo que trabajar en casas de familia y fue vendedora en una tienda de equipos deportivos.

 

“Capacidad de amar”. Henry nació el 4 de julio de 1942 en Quinigua, Santiago, hijo de Ernestina Santos y Vicente Segarra, de origen cubano. Parte de su infancia la vivió en Cabo Rojo. En Santo Domingo realizó estudios en la escuela de Peritos Contadores, luego se hizo bachiller y pasó a la UASD, donde inició estudios de Ciencias Políticas que dejó inconclusos.

Cuando se produjo la división del 14 de Junio pasó al MPD. “Henry nos daba cursos de política y recomendaba las tesis de Mao, Engels, Lenin, la filosofía de Pulitzer, La madre, de Gorki, Los diez días que estremecieron al mundo, Las tres tesis filosóficas”, rememora.

A ella la conquistó con frases como “mientras uno vive no pierde la capacidad de amar”, “Tus muchas cualidades han despertado el amor en mí”. Lo recuerda muy puro, poco conversador, de baja estatura, Otto Morales lo apodaba “El pequeño”. Era mulato y le sudaba mucho la nariz, manifiesta Gladys, quien dice haber sido su única mujer, con quien compartió sus primeras experiencias íntimas.

Flavio Enrique nació el 29 de marzo de 1969. Gladys es también la madre de César Jovanny Nina Gutiérrez y Eduardo Flores Gutiérrez, fallecidos.

A Henry lo desaparecieron el 26 de octubre de 1969. Entre otras cárceles, lo llevaron a una de Dajabón en la que se identificó con otro preso, y con un cabito de lápiz escribió en la pared de la celda: “Muero sin ser libre, donde hay lucha hay sacrificio. Esto es para hombres”.

Con su niñito en brazos la dolida viuda fue a reclamarle a Balaguer que llegó al colmo de decirle que su esposo estaba en Cuba.

 

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