Calles y avenidas
Academia Santa Ana

<STRONG>Calles y avenidas<BR></STRONG>Academia Santa Ana

A más de 60 años de la muerte de su creador, la academia “Santa Ana” se mantiene presente en las casas y memoria de su descendencia con la vieja máquina de escribir del fundador, sables que exhibían estudiantes para desfilar en traje de gala, mesitas que resistieron el incesante teclear de alumnos de mecanografía, fotos  y la que es agotada publicación  sobre el centro de estudios desde su fundación hasta 1926, cuando fue impresa.

Luis Andrés Pérez Saleta, su madre y sus hijos heredaron de Luis Eduardo Pérez Garcés, además, la pasión por la enseñanza: todos son educadores. Ligia Lourdes Saleta Báez, viuda de Luis Andrés Pérez Saladín (Lulusito), el único varón que tuvo el pionero de los estudios mercantiles en el país, fue durante años maestra de economía doméstica en Santiago donde conoció a Pérez Garcés, su esposa e hijos, cuando estos se trasladaron a aquella localidad. La biznieta menor se especializó en educación especial en España y recién instaló  su escuela en honor al bisabuelo.

La otra hija de Pérez Garcés,  Gracita, falleció al igual que su hijo José Ramón Borrell Pérez, y su esposo Pedro Borrell.

Luego de leer el reportaje sobre su insigne antepasado, aportaron nuevos datos y esclarecieron inexactitudes. Pérez Garcés, por ejemplo, no vendió su academia al profesor Antonio Cuello. En realidad, se sintió desilusionado alrededor de 1942 cuando el dictador Trujillo ocupó terrenos de su propiedad para construir el aeropuerto “General Andrew”, donde él pensaba reinstalar su escuela, que además no estaba ya siendo bien remunerada, por lo que “prácticamente se deshizo”, cuentan.

Trujillo, agregan, “hasta llegó a quitarle el subsidio y la “Santa Ana” desapareció cuando él retornó a Santo Domingo, probablemente en 1944. Don Antonio no la adquirió, aclaran, por tanto la academia “Santiago” es su obra, no la continuación de la de “Lulú”.

Los hijos recuperaron parte de esos bienes durante el Gobierno del Consejo de Estado.

Además de Luis Andrés, “Lulusito” y Ligia son los padres de Francisco José y Víctor Rafael. “Aunque apenas tenía un año cuando murió mi abuelo, he escuchado e investigado tanto de él que es como si hubiésemos compartido la vida”, exclama Luis Andrés, quien nació en 1950.

Luis Eduardo y su hermano Pedro Pérez Garcés fueron enviados muy niños a la academia militar Santa Ana, de Estados Unidos, y regresaron a principios del siglo pasado. “A tío Pedro fue el único que conocí, era el papá de Andrés Pérez Cabral (Corpito)”. No solo regresaron con el deseo de elevar la educación de los dominicanos sino también de incentivar los deportes. Lulú fundó el “Nuevo Club”, que luego se convirtió en “Leones del Escogido” y Pedro creó otro para competir que se cree derivó en “los tigres del Licey”.

 

Academia “Santa Ana”.  Nació en 1916 en la calle “Mercedes” número 83 y entre sus colaboradores  estuvieron Eladio Sánchez, Cayetano Armando Rodríguez y Pedro A. Lluberes. Después estuvo en “El Placer de los Estudios”, donde  hoy está el Ministerio de Cultura y en lo que fue el “cine Triple”. Era un hermoso y amplio conjunto de madera del que según sus descendientes aún queda una casa en la “Mariano Lluberes”.

“Lulú” “hizo un reflejo” de lo que fue el lugar donde estudió, de ahí los uniformes, uno de diario y otro para eventos especiales. Contaba con banda de música y se impartían idiomas. Del país entero enviaban alumnos, como internos, a este centro que creció, por lo que en 1926 Pérez Garcés adquirió los terrenos citados, para expandirlo.

Tenía como docentes a Salvador Colón Henríquez, Gustavo Moya, Pedro Pablo Bonilla Atiles, Altagracia de Bonilla, Pilar C. de Mañón, Fiametta Franco, Vitalia Lizardo, Rafael Gutiérrez, Luis A. Suazo, Margarita Schumann, Leticia Pérez, Manuel Valverde, José Maldonado Cuesta, Emilio Báez, Juan Gómez, Rafael Hernández y otros. A los  maestros de Santiago agregaron a Onésimo Jiménez y José Ordeix. Juan Luis Curiel era administrador; Antonio Cuello, encargado de suministro; J. M. Caballero cobrador. El prefecto de los internos adultos era Víctor Almonte y Rafael Arrocha de adolescentes.

Amable Mieses dirigía la banda de música; Frank Hatton educación física; Rafael Gutiérrez era practicante de enfermería y había varios choferes y responsables de ropa limpia y cocina.

Doña Ligia conoció a “Lulú” y a su esposa Consuelo Saladín cuando ellos fueron a residir a la calle “Del Sol”, en Santiago. “Luego se mudaron en la “Sánchez” al lado de la academia”. El consagrado profesor fijó la fecha de boda de su hijo con Ligia: 26 de julio (día de Santa Ana) de 1943. “Él era amable, educado, querido, muy recto. Su compañera era una santa, que murió de cáncer de páncreas”.

En Santo Domingo, los dos primeros internos fueron H.M. y  R. A. Morales, de San Pedro de Macorís. Otros que ingresaron fueron Alejandro Grullón, Negro Trujillo, Marcos A. Cabral, Antonio y Nicolás Casasnovas, José Manuel Alfaro, Armando Almánzar, José Arzeno, Rodolfo Bonetti, José Manuel Brea, Ángel Severo Cabral, Alfonso Cáffaro, Pedro Carrión, Jesús Cobián, Juan Luis Curiel, Pedro Echavarría, Ramón Teófilo Ferrer, Domingo y Paul Giudicelli. Entre los primeros en graduarse estuvieron Donato Bencosme, Emilio Contín, Antonio Cuello, Fabio Emilio Fiallo, Hipólito García Dopico, Luis María Heredia, Eduardo Lirio, María Patín Pichardo, Julio Purcell, José Turull, Ofelia Veloz… El sable que conservan perteneció a Federico Adolfo Henríquez Almánzar y lo donaron sus hijos William Vega y Nora Henríquez de Vega.

Luis Andrés piensa que “para subsanar” el daño que Trujillo hizo a su abuelo, le creó un cargo en Educación pero  estaba afectado anímicamente y había sufrido algunos pequeños infartos. El último acabó con su vida el ocho de enero de 1951.

La calle

 Los descendientes de Luis Eduardo Pérez Garcés han conversado con autoridades del Ayuntamiento del Distrito Nacional para que enmienden el error en el rótulo, sin ningún éxito. “En 1978 estaba correcto, lo dañaron a partir de 2004”. Para ellos, “Lulú” Pérez es merecedor de un reconocimiento mayor. “Fue un enamorado de la educación, se dedicó a enseñar e impulsar los deportes”.

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